¡La guarachera llegó!



Nacida en la ciudad de La Habana y profesora de Educación Física, Silvia Menéndez García, La Guarachera, afirma jocosamente tener en su poder el record Guinness por ser la cantante aficionada que acumula la cifra más alta de participación en peñas, descargas y fiestas. “Y que conste, siempre dentro del tiempo libre que me permite la docencia y los quehaceres de ama de casa”.

Cuando usted conversa más de diez minutos con esta mulata jacarandosa, habanera de pura cepa, queda con la convicción que ella pertenece a ese tipo de seres que lleva el arte en las venas. Y no es una frase hecha. La pasión incontenible por la música y el canto se le refleja hasta en el brillo de los ojos. 

PMU: ¿Podías contarles a los lectores de PMU por qué te llaman La Guarachera?

Silvia: (Ríe, siempre ríe) Todo se debió a que en el reparto Altahabana existe una Casa de Abuelos en la que mensualmente se lleva a cabo una peña llamada María Teresa Vera. Son ancianitos con poca o ninguna familia, pero todos necesitados de la alegría de seguir viviendo. Desde la primera vez me propuse que la guaracha sería el género para ese auditorio tan especial. Nunca, como entonces, disfruté hacer disfrutar. Había que verlos haciéndome coro, tratando de marcar pasos y de hasta bailar. Cuando llegaba me recibían con un estribillo que ellos mismos inventaron: “Llegó, llegó la guarachera”.

Silvia se inauguró como compositora con una obra que tituló “La guarachera llegó”, que desde un primer momento se convirtió en su carta de presentación.

PMU: ¿Te molesta que te llamen así? ¿No crees que te encasille en un solo género?

Silvia: Como artista, en lo absoluto, estoy consciente de la potencialidad que poseo (poca o mucha) de dominar otros géneros. Ahora bien, como persona, no puedo quitarme de encima la absurda idea que se piense que quiero asociar mi nombre con el de Celia Cruz, la real guarachera de Cuba, para mí, la más grande entre las grandes y a quien no le llego ni a la mitad del tacón. Lo único que tenemos en común es que Celia hace más de cincuenta años murió para la radio y la televisión de este país y yo ni siquiera he nacido. Algo que también nos une es la pasión por las pelucas y las lentejuelas, que para mí nada tiene en contra de las razones sociales por las que hago arte, digo esto porque algunos creen que pelucas y lentejuelas son sinónimos de superficialidades que marginan la realidad que vivimos o sufrimos día a día. No descalificó a quien quiera salir a escena ripiado de arriba abajo, pero sigo pensando que la buena presencia no es un delito.

PMU: Cuéntanos sobre tus inicios.

Silvia: (Sonora carcajada) Bueno, todo parece indicar que resultó un pedido familiar antes de que yo naciera. Mi padre fue un bailarín profesional, igual que una de mis tías, mientras que otro tío se desenvolvía en la guitarra y en la percusión, se urgía de alguien que cantara y les dieron esa tarea a mis padres que no perdieron tiempo para acometerla. Y aquí estoy. Aunque dicen que empecé a cantar tan pronto vi la luz (otra frase hecha que se debía jubilar), lo cierto fue que aún adolescente, con más embullo que talento, comencé a recibir clases de canto en la Casa de la Cultura de 10 de Octubre. Y para sorpresa de todos, sobre todo para mí, me di cuenta que podía hacerlo al punto que de integrante de coro pasé a solista. El bolero era el género que me arrebataba.

PMU: ¿Y después?

Silvia: Peñas y más peñas. Descargas y fiestas. Eso sí, sin dejar de estudiar, pues ya la familia no veían en la música mi objetivo final. Obtuve dos licenciaturas universitarias, una en Español y Literatura, y otra en Educación Física, esta última fue la que me dio sustento de vida durante años.

Bueno, siguiendo el trajín de la música, me incorporé a la Peña de la Música que dirige Olga Díaz en el Delirio Habanero y en la cual me he mantenido hasta el momento. Con el tiempo y la experiencia, mi repertorio abarcó además, guaracha, balada, bachata, salsa y hasta la rumba.

PMU: ¿Eres remunerada por estas presentaciones?

Silvia: (Ahora es la sonrisa del payaso triste) Por supuesto que no, nunca me han pagado nada, para que te paguen algo tiene que ser, como decimos los cubanos, por atrás, pero no me importa mucho, yo me pago a mi misma para hacer lo que me gusta, y, sobre todo, libre como el viento, como pregona la canción de Nino Bravo. Ahora cuento con la ayuda de mi única hija que vive en Miami, porque como tú sabes, las pelucas no son nada baratas. Profesionalmente, no me siento por debajo a otras muchas artistas “profesionales” que se presentan en mi país.

PMU: ¿Composiciones? ¿Grabaciones?

Silvia: No he sido una compositora muy prolífica, además de la ya citada “La guarachera llegó”, tengo en mi haber otras seis composiciones en diferentes géneros. De forma independiente pude grabar un CD en el cual incluí temas de mi autoría y otros con los cuales he recibido premios y menciones en concursos de interpretación. Pero este disco se ha convertido en otro ejercicio de buen corazón, pues de las doscientas copias no he podido comercializar ni una sola. He optado por obsequiarlos, al menos de esa manera me hago promoción, algo que también me ha faltado.

PMU: ¿Alguna anécdota?

Silvia: (Sonrisa pícara) En una ocasión me presenté en dos concursos a la vez: interpretación y composición, Por razones de tránsito llegué bastante retrasada, aunque por suerte yo era la última en cantar.  Al final, los nervios me dieron por hacer algo diferente y me quité en pleno escenario la peluca que llevaba puesta, Aquello arrebató al público que se puso de pie para aplaudirme.

PMU: ¿Algo más que quieras decir?

Silvia: La música para que llegue, tiene que filtrarse por el corazón antes de llegar a las cuerdas vocales. Voy a seguir cantando y bailando. Hay guarachera para rato. Y gracias a ustedes que tanto ayudan a los talentos jóvenes, y los que como yo han multiplicado la juventud contra todos los vientos.

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