Eliécer Velazco: un rapero “normal”
1 de febrero de 2016
“Eso sí dígalo, periodista, que yo soy un muchacho normal. Trabajo como técnico en gestión documental en un tribunal, soy hijo, hermano de otros seis y con unos padres adorables que me apoyan en todo”, insistió Eliécer Velazco en un punto de la entrevista, pues no está de acuerdo con ese halo de marginalidad que se quiere imponer sobre los jóvenes que disfrutan de cantar, bailar, o vivir el rap.
En Camagüey, él es un poco la cara de ese movimiento y ya eso lo aleja de la normalidad de la vida común para convertirlo en una suerte de líder por vocación, aunque son muchas las cosas que todavía no ha podido lograr. Y es que el hip hop en Camagüey tiene seguidores, fanáticos y artistas, pero no han encontrado el apoyo de las instituciones culturales con poder real para brindarle al género más espacios de desarrollo, lo cual Eliécer vive en carne propia.
Como muchas otras manifestaciones de la música underground, el rap en Cuba se cultiva un poco al margen de la oficialidad, tiene su cantera básicamente en aficionados y cuenta realmente con pocos “padrinos”. Si a eso se le suma que no es un género comercial, aunque tuvo hace algún tiempo momentos de gloria en el país con varios grupos que lo posicionaron en el consumo del importante segmento juvenil, se reduce mucho el espectro para su difusión, máximo interés de un artista para que su obra sea reconocida.
“Eso para mí es una inconformidad muy grande, tanto desde lo personal como desde ese sentimiento de colectividad que me inspira el hecho de pertenecer a un movimiento que trasciende nuestras individualidades. A través de mi peña Esta Gente, y en las presentaciones que por todo Camagüey hacemos con el proyecto comunitario Golpe a Golpe, trato de generar el conocimiento sobre el rap, enamorar al público, invitar a otros fanáticos de la cultura hip hop, pero eso no es suficiente”, comentó el joven de 29 años, con un poco de impotencia ante las ganas de hacer más y no poder.
Conocido primero como MC El Empírico, hoy más cómodo con el sobrenombre artístico de Murumba, Eliécer se adentró en el hip hop muy joven, cuando era estudiante de preuniversitario. Para él fue una época de descubrimiento a través de la interpretación de letras del puertorriqueño Vico C, o de aquellos incipientes coqueteos con el reggaetón de los volúmenes Pesadilla y Los cuentos de la cripta. Tal vez no fueran esas las mejores influencias para los inicios de un rapero de corazón como lo es hoy Eliécer, pero en esos momentos no había acceso a muchos referentes y eso era sencillamente, lo que se escuchaba en todas partes. Por suerte, pronto se dio cuenta de que debía avanzar y para lograrlo no podía pasar la vida haciendo covers de otros artistas.
“La composición llegó sola, comencé a apoyarme más en la musa, y mis primeros escenarios fueron las tarimas de la escuela, con temas de la participación estudiantil en la vida social. El rap se fue metiendo dentro de mí, me sentí identificado y me di cuenta de que pertenecía a ese mundo”, relató.
Su música ha evolucionado desde entonces a ritmos más duros, menos sencillos que las melodías proto-reggaetónicas que lo sedujeron en la génesis, y con letras muy inclinadas hacia la crítica social, constructiva pero no por ello complaciente. También le canta al amor, a la amistad, a la no violencia y contra cualquier tipo de discriminación. Según él, esos son temas que identifican de manera general, aunque haya excepciones, al movimiento hip hop en Camagüey, por eso no entiende los estigmas que todavía algunos posan sobre ellos.
“Somos muy sinceros y a veces eso molesta, incomoda, pero no por eso somos marginales o delincuentes. Como los trovadores, también somos poetas, hacemos poesía urbana, de la calle, y si la calle es dura, las canciones no pueden ser de otra forma. Pero no estoy de acuerdo con que se nos vea solo como un fenómeno sociocultural, el rap es también un género musical y así debe ser tratado”, explicó con vehemencia el también líder del Festival Nacional de Rap Trackean2, que se celebra cada año en Camagüey. Allí se reúnen raperos de todo el país para cantar y debatir sobre sus principales problemas, tales como la falta de representación institucional y de posibilidades de producción discográfica.
“Está la Agencia Cubana de Rap en La Habana, pero para nosotros, los más undergroun’, es como si no existiera, pues salvo contadas excepciones de raperos de verdad que se han incluido en su catálogo, por lo general priorizan a regguetoneros porque venden y generan ingresos. En provincia, por otra parte, los centros de la música tampoco favorecen la profesionalización de los raperos, pues la mayoría somos aficionados y carecemos de recursos técnicos. A decir verdad, algo se ha avanzado con la AHS, pero tengo miedo de cumplir 35 años, pues hasta allí llega la edad límite para sus asociados, y después, ¿qué haré entonces, si yo quiero rapear hasta que me muera?”.
Eliécer tiene la respuesta a su duda tan inquietante, pero no cuenta con los medios para materializarla. Su sueño es tener los recursos necesarios para producir temas, demos, discos de él y de todos los camagüeyanos imbuidos en ese arte contestatario, pero evidentemente, a eso no se llega con el salario de un técnico en gestión documental. La idea de un patrocinio es una aspiración acariciada, pero sabe cuánto cuesta que alguien ponga dinero esperando beneficios, por lo general, el precio se paga mientras se compromete el resultado artístico.
En lengua bantú, murumba significa brujería. ¿Será eso entonces lo que necesita Eliécer Murumba para abrirle los caminos al rap en Camagüey?.
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1 de febrero de 2016
“Eso sí dígalo, periodista, que yo soy un muchacho normal. Trabajo como técnico en gestión documental en un tribunal, soy hijo, hermano de otros seis y con unos padres adorables que me apoyan en todo”, insistió Eliécer Velazco en un punto de la entrevista, pues no está de acuerdo con ese halo de marginalidad que se quiere imponer sobre los jóvenes que disfrutan de cantar, bailar, o vivir el rap.
En Camagüey, él es un poco la cara de ese movimiento y ya eso lo aleja de la normalidad de la vida común para convertirlo en una suerte de líder por vocación, aunque son muchas las cosas que todavía no ha podido lograr. Y es que el hip hop en Camagüey tiene seguidores, fanáticos y artistas, pero no han encontrado el apoyo de las instituciones culturales con poder real para brindarle al género más espacios de desarrollo, lo cual Eliécer vive en carne propia.
Como muchas otras manifestaciones de la música underground, el rap en Cuba se cultiva un poco al margen de la oficialidad, tiene su cantera básicamente en aficionados y cuenta realmente con pocos “padrinos”. Si a eso se le suma que no es un género comercial, aunque tuvo hace algún tiempo momentos de gloria en el país con varios grupos que lo posicionaron en el consumo del importante segmento juvenil, se reduce mucho el espectro para su difusión, máximo interés de un artista para que su obra sea reconocida.
“Eso para mí es una inconformidad muy grande, tanto desde lo personal como desde ese sentimiento de colectividad que me inspira el hecho de pertenecer a un movimiento que trasciende nuestras individualidades. A través de mi peña Esta Gente, y en las presentaciones que por todo Camagüey hacemos con el proyecto comunitario Golpe a Golpe, trato de generar el conocimiento sobre el rap, enamorar al público, invitar a otros fanáticos de la cultura hip hop, pero eso no es suficiente”, comentó el joven de 29 años, con un poco de impotencia ante las ganas de hacer más y no poder.
Conocido primero como MC El Empírico, hoy más cómodo con el sobrenombre artístico de Murumba, Eliécer se adentró en el hip hop muy joven, cuando era estudiante de preuniversitario. Para él fue una época de descubrimiento a través de la interpretación de letras del puertorriqueño Vico C, o de aquellos incipientes coqueteos con el reggaetón de los volúmenes Pesadilla y Los cuentos de la cripta. Tal vez no fueran esas las mejores influencias para los inicios de un rapero de corazón como lo es hoy Eliécer, pero en esos momentos no había acceso a muchos referentes y eso era sencillamente, lo que se escuchaba en todas partes. Por suerte, pronto se dio cuenta de que debía avanzar y para lograrlo no podía pasar la vida haciendo covers de otros artistas.
“La composición llegó sola, comencé a apoyarme más en la musa, y mis primeros escenarios fueron las tarimas de la escuela, con temas de la participación estudiantil en la vida social. El rap se fue metiendo dentro de mí, me sentí identificado y me di cuenta de que pertenecía a ese mundo”, relató.
Su música ha evolucionado desde entonces a ritmos más duros, menos sencillos que las melodías proto-reggaetónicas que lo sedujeron en la génesis, y con letras muy inclinadas hacia la crítica social, constructiva pero no por ello complaciente. También le canta al amor, a la amistad, a la no violencia y contra cualquier tipo de discriminación. Según él, esos son temas que identifican de manera general, aunque haya excepciones, al movimiento hip hop en Camagüey, por eso no entiende los estigmas que todavía algunos posan sobre ellos.
“Somos muy sinceros y a veces eso molesta, incomoda, pero no por eso somos marginales o delincuentes. Como los trovadores, también somos poetas, hacemos poesía urbana, de la calle, y si la calle es dura, las canciones no pueden ser de otra forma. Pero no estoy de acuerdo con que se nos vea solo como un fenómeno sociocultural, el rap es también un género musical y así debe ser tratado”, explicó con vehemencia el también líder del Festival Nacional de Rap Trackean2, que se celebra cada año en Camagüey. Allí se reúnen raperos de todo el país para cantar y debatir sobre sus principales problemas, tales como la falta de representación institucional y de posibilidades de producción discográfica.
“Está la Agencia Cubana de Rap en La Habana, pero para nosotros, los más undergroun’, es como si no existiera, pues salvo contadas excepciones de raperos de verdad que se han incluido en su catálogo, por lo general priorizan a regguetoneros porque venden y generan ingresos. En provincia, por otra parte, los centros de la música tampoco favorecen la profesionalización de los raperos, pues la mayoría somos aficionados y carecemos de recursos técnicos. A decir verdad, algo se ha avanzado con la AHS, pero tengo miedo de cumplir 35 años, pues hasta allí llega la edad límite para sus asociados, y después, ¿qué haré entonces, si yo quiero rapear hasta que me muera?”.
Eliécer tiene la respuesta a su duda tan inquietante, pero no cuenta con los medios para materializarla. Su sueño es tener los recursos necesarios para producir temas, demos, discos de él y de todos los camagüeyanos imbuidos en ese arte contestatario, pero evidentemente, a eso no se llega con el salario de un técnico en gestión documental. La idea de un patrocinio es una aspiración acariciada, pero sabe cuánto cuesta que alguien ponga dinero esperando beneficios, por lo general, el precio se paga mientras se compromete el resultado artístico.
En lengua bantú, murumba significa brujería. ¿Será eso entonces lo que necesita Eliécer Murumba para abrirle los caminos al rap en Camagüey?.
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