Raperas en stand by (Parte II)



Decía en un artículo anterior, “Raperas en stand by” (I Parte), que el movimiento femenino en el rap cubano no iba en aumento, “a pesar de que podríamos sumar una veintena, cuidado si más, de mujeres en escena, cifra saludable desde muchos puntos de vista y para algunos impensable”. Y esa aseveración provocó variadas opiniones a mi alrededor, con muchos puntos de vistas y otras preguntas a responder.

¿Por qué la mayoría de las raperas está en La Habana o pretenden emigrar para la capital? ¿Cuáles podrían ser las razones de su poca evolución? ¿Puede hablarse de un futuro si se quedan en sus ciudades o en sus pueblos? ¿Qué les espera en este mundo del futuro dónde van a tener que ser más que mujeres para poder triunfar en el hip hop? Trataremos de dar nuestras y otras consideraciones que ayudan a responder estas cuestiones, amén de que las respuestas podrían no satisfacer a muchos y engendrar polémicas. ¡Aunque ojalá así sea, la polémica, digo!

Nadie pone en duda lo atractivo de la capital, una ciudad, a mi entender, mal llamada “de todos los cubanos”. La Habana tiene el encanto que necesita un rapero para deslumbrarse y creer que todo es posible, aunque después la realidad llene de malos augurios la pelea diaria. Además de que “allá está la mata”, comenzando por ese programa nacional que después todo el mundo recuerda, aunque el sonido esté infame y se vea en un horario imposible de domingo; está la posibilidad de un disco que sale más rápido que el que te prometió un amigo del barrio; más los contactos que de repente se multiplican con olor a extranjero. Sí, La Habana es una puerta que siempre parece estar abierta.

Para una rapera sería mucho más. Todo lo anterior y muchísimo más. Ya no es solo el escenario, el disco, el estudio dónde grabar el demo… es también la comida, la ropa, el pelo, las amigas en confianza o en desconfianza, el “qué quiere este que se me está acercando tanto ahora…”, y un sinfín de suspicacias que una mujer llegada de otra provincia inventa o padece. Pero como allá todo es posible, es mejor probar eso y no quedarte a mitad del camino en tu pueblo o en tu ciudad. Y si alguien más embulla a la rapera para dar un saltico a la capital, a probar, la combinación está hecha. La cuestión es que de las que han probado, o se han quedado, haciendo eso mismo las menos, o haciendo otra cosa diferente las más; ninguna ha regresado definitivamente, según mis escuetas averiguaciones.

Entonces, el hip hop y vivir en La Habana parece un mejunje perfecto, o por lo menos más asequible que dejar a un lado el rap y olvidar de lo que una vez se hizo, por no haber aprovechado el momento.

Está de más decir que en ningún lugar se adelanta una carrera artística como en La Habana, así que esa es la principal razón por la que no se evoluciona en el mal llamado interior del país. No puede hablarse de un futuro para una rapera en su ciudad o en su pueblo, sí es la única, si los años no pasan por gusto, si la mediocridad pinta al hip hop de contestatario o género mal visto, y si para colmo, el resto de los raperos hombres no ayudan.

¿Qué les espera a las raperas en el futuro del hip hop? Si esa es una de las “carreras” más solitarias del mundo underground, entonces, las mujeres van a tener que hacer una especie de cofradía que las podría levantar en cualquier mundo. Y como no hay miedo, es posible que la cifra saludable de raperas, dentro o fuera de La Habana, crezca algún día. Quizá cuando nuestras hijas sean abuelas, pero finalmente crezcan para la buena salud del hip hop cubano.

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