Cuando la cosa se pone fula…



“Cuando las cosas se ponen fulas (1)…”, suena a puro encanto esta frase, a chancleta, a alcohol de alambique, a humo que llega al techo, a cansancio y a corredera por la vida. Es muy pintoresca, diría un letrado intentando hacer antropología. Es toda una frase vulgar, arrabalera, afirmaría alguien que no sabe lo que es la calle dura de verdad, ni le interesa conocerlo. La cantaría un rapero cubano a todo pulmón. Y después, vendrían los ejemplos de qué se puede hacer, o qué se ha hecho cuando las cosas se ponen fulas. Daría para antologías.

Expresar lo que se siente, o contar las experiencias vividas y los sueños truncados, o las pasiones perdidas a través del hip hop, tiene mucho que ver con el lugar donde se convive a diario, donde se duerme como se puede y se come lo que hay. Si has tenido algo más que suerte en la vida, pero como quiera te gusta el asfalto de lo underground o la tierra de lo prohibido, sabrás qué hacer exactamente cuando las cosas se ponen fulas.

Un rapero imberbe cantaría toda la violencia que ve a su alrededor, sin tantos despliegues idiomáticos. Sería directo, mencionaría desde la poli (2) hasta a la yerba (3), y cogerían palos hasta las generaciones que peinan canas. Otro menos inmaduro podría echarla desde un estilo más gangsta, imaginándose en ambas costas norteamericanas, creyéndose rodeado de pistolas y tiros, o en un supermercado lleno de terror por ser negro. Y aunque todo eso es pura imaginación, allá también se sabe qué pasa cuando las cosas se ponen fulas.

Para un artista que quiere ser reconocido, no por firmas comerciales ni por disqueras nacionales, sólo por los suyos, las cosas se ponen fulas cuando el directorcito o al directorcita del municipio, o de alguna de esas entidades institucionalizadas, le niega su aparición en escena: “no queremos saber nada de raperos”. Viene un apretar de dientes, un apretar del lápiz, vienen entonces más enredos en una libreta, para volver a rapear diciendo con qué facilidad esas personas se ponen fulas.

Para un rapero recién faja’o con su último demo, ese disco de sólo 12 temas que se los dedicó a su mamá y al barrio, con letras en las que puso todo el amor de su cerebro en madrugadas, todo el sentimiento de un chamaco que alguna vez estuvo enamorado, toda la rabia por ver cómo le mataban con un punzón a un bróder, toda la impotencia porque sus hermanos heredan sus zapatos…, para él la cosa se pone fula cuando tiran ese disco en una gaveta que con una auditoria irá a parar al cubo de la basura.

Para una mujer amante del hip hop, la cosa se pone fula cuando su novio le entra a bofetadas un día porque la vio con demasiada confianza en el recital de fulano, y entonces, no le dan más ganas de salir con él, pero decide retarle un día en una tarima, cantándole no las verdes ni las maduras, sino esas verdades que sólo las mujeres alcanzan a ver cuándo un día abren los ojos. Para ella la cosa seguirá estando fula el día que se dé cuenta que perdió meses y años al lado de quien usó el hip hop para encontrarse a una extranjera, y dejarla con los gustos soñados y las noches de duermesexos apretados en un colchón prestado.

Muchos saben qué hacer cuando la cosa se pone fula. Da lo mismo rapear con un background americano que con el último que pudieron pagar. La cuestión es apretar el micro y quedarse sin aliento con los cortos pasos que permita el escenario. Lo principal es no gritar ni desafinar, lo ideal es hacerse entender y que la gente levante los puños bien arriba, con fuerza de peña y de amantes del hip hop.

Otros nunca sabrán el significado exacto de estas seis palabras, que a veces se dicen con rabia: cuando la cosa se pone fula. No es un asunto de clases ni de dinero en el bolsillo, en una tarjeta o en un celular. Es que hay que bajar a lo underground, o llegar a la esquina y coger para la izquierda, nunca para la derecha, y dejarse llevar por los vericuetos, mientras los clásicos del hip hop norteamericano, desde los más comerciales hasta los más duros, compiten con el reguetón, no en violencia y sangre, porque mucho que ha aportado en cifras mortales el reguetón, sino en bomba y en potencia.

El que quiera saber qué hacer cuando la cosa se pone fula, debe dejar de comer eso que pica el pollo, como diría un campesino bien hablado, y escuchar más hip hop auténtico, aunque suene barato, ese hip hop que se pregona en los barrios sin tanta escondedera, para que aprenda una de las grandes lecciones de esta existencia: todo es sobrevida.

(1) Fula: término popular para decir en Cuba que algo está malo
(2) Policía
(3) Mariguana

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