Lázaro El Viejo en La Habana y Arugbo en Santiago: un cimarrón urbano



La riqueza espiritual de nuestros artistas underground es un tema que apenas podemos tocar a veces, aunque no falta la voluntad y el interés de nuestros colaboradores y el público. La buena vibra, como muchos le dicen, puede signar la hora de salir al escenario y la siguiente aceptación general de todos los presentes. Seguramente se puede hacer más, mientras mayor sea la riqueza interior del artista. Esa fue mi impresión cuando el jueves 4 de febrero, en la peña del proyecto K’Bolá, Lázaro El Viejo, o Arugbo como lo conocen en Santiago de Cuba, se presentó en la ciudad de Cienfuegos y tuvo una extraordinaria acogida.

Apareció primero con su pelo guardado en un enorme sombrero y acompañado de una guitarra rarísima, y enseguida comenzó a fluir el agrado de la gente. Interpretó alrededor de cinco canciones, entre ellas “Cimarrón”, que resultó su sello de la noche y en el último momento acompañó a Sandor de Estudiante sin Semilla, como colofón del éxito de la peña. PMU conversó con Lázaro sobre esa riqueza espiritual que envuelve su música. Este fue, básicamente, el animado y jovial diálogo que sostuvimos con el artista.

PMU: Cuando cantabas, uno de los coros que más gustó fue el de la maldad, decías algo así como: ¿Dónde está la maldad? Está en el corazón de las personas.

Lázaro: Yo soy apolítico, no me interesa nada que tenga que ver con la política. Mi política es el amor. No son los que dirigen, ni los que están abajo, es el corazón y la conciencia de cada cual. La gente busca un mundo mejor, pero hay un cuento que a mí me gusta mucho. Es el de un hombre que es ingeniero y está trabajando, el hijo lo está molestando y piensa: ¿qué hago con este muchacho? Entonces, ve un rompecabezas del mundo y se le ocurre decirle al niño: arma este rompecabezas del mundo, pensando en que lo tendría entretenido un rato. De pronto, ve que el niño sigue inquieto y le pregunta: ¿ya armaste el mundo?, ¿pero tan rápido? El niño le contestó: el mundo no se puede arreglar, pero viré el rompecabezas y vi al hombre, como conozco al hombre, arreglé primero al hombre y cuando lo viré de nuevo, el mundo estaba arreglado. Quiere decir que para arreglar al mundo, primero hay que arreglarse a uno mismo.

PMU: ¿Esta filosofía tan peculiar, está enraizada en la cultura rastafari o es algo muy personal?

Lázaro: Realmente, yo no me considero rasta. Para mí rasta no es un humano, es el nombre de Su Majestad Imperial. Veo a Su Majestad Imperial como un maestro que enseñó a tener constancia, fe, dignidad, a admirarse cada uno en su interior, a revisarse sus defectos. Para mí, rastafari es mi nombre y me considero un cimarrón porque huyo de la hipocresía, huyo de la maldad, huyo del brete y de todas las cosas que me puedan manchar. Por eso soy un cimarrón, pero urbano, de estos tiempos.

PMU: La vida de los cimarrones fue muy dura, durísima. ¿Para hacer tu canción te basaste en la historia de esos esclavos que huían o en tu concepto, o fue una mezcla de todo eso?

Lázaro: Lo que pasa es yo tengo… mi bisabuelo, el papá del papá de mi mamá, fue cimarrón. Mi abuelo con el nieto que más se sentaba era conmigo, yo siempre he sido muy buscador de cosas, desde niño, y él me explicó muchas de esas cosas. He crecido con eso, buscando, observando. Cuando hago este tema, “Cimarrón”, es inspiración, no creo que sea mío, creo que el Arquitecto del Universo me dice lo que tengo que hacer. El Arquitecto del Universo, alguna gente dice que es Dios, unos buscan un dios en el cielo, pero creo que está dentro de cada persona, ese que buscamos. Si buscáramos dentro de cada uno, encontraríamos esa paz buena.

PMU: ¿En qué encuentras tu paz? ¿Cuándo cantas, por ejemplo?

Lázaro: Yo no he encontrado mi paz. Creo que soy música o un complemento de la música. Mucha gente me tilda de loco porque camino y voy cantando, ando con mi guitarra… lo que yo no tengo son recursos para sentarme y grabar todas las ideas que se me ocurren, no tengo recursos para oírme, arreglar, decir: aquí puedo hacer esto o aquello.

PMU: ¿Por qué te fuiste a Santiago y qué proyectos tienes por allá?

Lázaro: Me fui a Santiago porque me enamoré por allá. Pero ahora mismo estoy nuevamente en La Habana. En Santiago estuve siete años, allá trabajé en la Casa del Caribe, aprendí mucho de la cultura de Santiago, allá son verdaderamente apasionados y devotos a su cultura. La música folklórica de allá me gustó mucho y me dio trucos para yo hacer lo mío. En La Habana me dicen Lázaro El Viejo y en Santiago Arugbo, que significa ancianísimo en Yoruba.

PMU: Y finalmente, ¿cómo fue que conectaste con K’Bolá, en La Habana o en Santiago?

Lázaro: Una vez, hace un tiempo ya, Carlitos fue a Santiago. En Cienfuegos me conocían desde los años noventa y Carlos había oído hablar de mí. El Peca nos presentó. Carlos me pidió la dirección para ver cómo hacía para traerme a su ciudad y a su proyecto. Me dijo que el presupuesto no era tanto y yo le dije, nosotros viajamos en tren, somos gente sencilla. Así en el año 2015 vinimos por primera vez y Habana Reggae también estuvo.

Esta vez, como las cosas que Dios pone en el camino, fui a visitar a Rensoli y este estaba en el lío de venir a Cienfuegos, en ese momento llamó Amed y entonces les dije: oye caballero me voy a pegar, y me pegué.

Con su música inédita y su filosofía de vida, llegó Lázaro, Arugbo, por segunda vez a Cienfuegos. Aunque no pudo hacer su presentación con tambores como él quería, recibió, en cambio, la gratitud de un público más numeroso y ávido de música alternativa, una chispa activada y sostenida por K’Bolá.

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