Pasiones que cambian ideas



Hay personas que pasan por la vida solo por pasar, pues siguen políticas o doctrinas como corderos de Dios; otras crean pautas, crean arte, crean dinamismo y cambian ideas. Eso es lo que persigue Julián, cambiar mentalidades obsoletas que no ven más allá de sus narices. ¿Cómo lo hace? Con su arte. ¿Su arte? Simplemente DJ. ¿Su público? Cualquier cubano común. ¿Fácil su tarea? No. La censura se lo come, el cerco se le cierra cada día más, pero su ímpetu y su paciencia para lograr sus objetivos, crecen a cada momento.

Ha llevado su arte a disimiles lugares y asegura que en muchos ha tenido altercados que han provocado su expulsión, pues sus ideales no le permiten aguantar burocracias que vayan en contra de lo que cree justo. “Soy un poco complicado. A veces me introduzco en temas que quizá no me corresponden, pero me molesta que se hagan abusos delante de mí. No puedo entender que yo esté trabajando en un lugar de lujo y venga una persona sedienta a pedirle agua al camarero y el custodio lo saque, metafóricamente, a patadas del lugar. Es verdad que somos trabajadores y tenemos que velar por la integridad de lo que hacemos, pero ante todo en la vida somos humanos y si alguien necesita de nosotros, lo menos que podemos hacer es tirarle una mano. Es lo que nos caracteriza, en parte, por encima de muchas especies animales”.

Julián es DJ desde hace muchos años y aunque no tiene grandes preferencias musicales, dice amar el rap por la forma directa de enfocar los abusos de una Cuba oprimida y sedienta de libertad. “Es el único género que conozco que de verdad saca la cara por nosotros, los demás solo tocan temas banales sobre fiestas, jevitas, alcohol y salvajismo. A ver, esto no quita que uno no quiera divertirse y un día irse de copas, pero no puede ser que la vida del artista se enfoque solo en esos términos, demostrando una y mil veces lo que precisamente no son, pues la mayoría no ganan nada, se los digo yo que trabajo desde hace mucho en bares y cantinas. A los artistas cubanos les pagan una tierra, la ropa que se ponen es prestada, al igual que las cadenas y hasta las gafas”.

Quizá por ello Julián admira tanto a los raperos y no vacila cuando lo llaman a trabajar a una peña urbana, aunque sea por un cuarto del salario que gana en una disco de otro nivel. “Mira, te digo la verdad, trabajo en lugares de lujo porque tengo que vivir y tengo que ayudar a mi familia, pero si quieres que te confiese algo, son un asco, la burocracia los mata, las personas son superficiales. Mi sonrisa es palpable cuando estoy en una peña de rap modesta, donde las personas van con una botellita de ron en el bolsillo y veinte pesos cubanos. Esa realmente es mi gente, con las que me crie, con las que me desarrollé, gente de barrio, gente buena”.

Y efectivamente, la modestia y sinceridad sobresalen en el rostro de este joven de 26 años, que defiende su originalidad para decir y hacer las cosas de manera poco común. Por eso me confiesa sus sentimientos encontrados con la política utilizada por el gobierno cubano para restablecer relaciones con el vecino del norte. “Por un lado me alegra mucho que la inquina de años haya caído en picada, pues ya se necesitaba una política nueva al respecto. Pero por otro, no veo que pase algo significativo al respecto. La gente en la calle sigue pobre, los edificios se siguen cayendo, la leche sigue al mismo precio y para qué hablar de los artistas, fuera de la elite que está en la televisión, que se (le) han abierto campos para que vayan a Miami, los de abajo seguimos igual, luchando el día a día. Quizá unos tienen un poco más, quizá otros un poco menos, pero en resumen, todo sigue igual y ya llevamos más de un año de relaciones. Lo que quiero decir es que si muchos se sienten optimistas, yo no lo estoy. A mí hay que demostrarme que hay sinceridad en las palabras y promesas, lo cual no es normal en los políticos”.

Siguiendo con el tema de la política actual cubana y sus leyes, Julián cuenta que muchos artistas intentan tocar en los lugares donde él radica y han sido rechazados una y otra vez por disímiles razones. “Es duro ver como a veces humillan a los artistas, aunque sea de forma indirecta. Hay que ver los comentarios que se hacen cuando planchan a alguno de ellos, después que salen. Por ejemplo, he oído burlas patéticas como: ¿y el anormal este pensaba tocar aquí?, ¡qué clase de negro más feo!, ¿tú has visto eso, fulano?, aquí ese no toca ni en mil años... Realmente es penoso pero es real. Por eso es que prefiero las peñas pobres, porque solo llegas, saludas y cantas. Nadie mira tú físico o te crucifica tus letras, independientemente de que seas bueno, malo o regular”.

Finalizando la entrevista, exhorté a Julián para que diera algunos consejos, desde su experiencia, a los jóvenes músicos. “Lo primero es que sean ellos mismos, que creen su propio estilo y lo defiendan a capa y espada. No importa si son o no censurados en cualquier término. Hasta Picasso cuando empezó fue objeto de burlas, y lo segundo y más importante, es que no se aflijan por los tropiezos. Esto es un país que respirar es ilegal y cualquier cosa que hagan será mal vista, por lo cual muchas veces toca sufrir por ello. No lo hagan, ríanse de las adversidades y miren adelante. Siempre habrá alguien que los saque a flote y sepa admirar su talento”.

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