La canción es mi drama



Conozco a Daymé Arocena desde que era estudiante, me atrapó con su dominio del escenario cuando participó en la descarga A Buena Hora, realizada en La Zorra y el Cuervo. Vestía su uniforme del preuniversitario y esa tarde de sábado, nadie en la audiencia imaginó que con tan poca estatura, tuviera una voz tan fuerte.

Graduada de Dirección Coral, Daymé fue la voz principal y directora del grupo femenino de jazz, Alami. Posteriormente, integró otro proyecto similar denominado Maqueque. Por estos tiempos inicia carrera en solitario y sin dudarlo comentó sus experiencias a PMU.

“Alami fue un grupo integrado por buenas amigas que aún no ha muerto. Todas tomamos nuestro camino y a pesar de todo, seguimos en contacto. La pianista está en los Estados Unidos tocando música clásica y la percusionista haciendo lo suyo en Canadá. Por cosas de la vida tuvimos que separarnos y creo que algún día retomaremos el conjunto con ese tremendo swing de antaño.

Nos posicionamos medianamente en el panorama underground jazzístico cubano. A pesar de que trabajamos varios años, no logramos todo lo que queríamos. No nos dejaron. No existen muchas mujeres cultivadoras del género. Nosotras éramos la excepción y casi siempre nos dejaban fuera de los festivales porque consideraban que no teníamos calidad, por el simple hecho de ser mujeres. Nos perjudicó el falso concepto de que el jazz es música para hombres. De hecho, mi pianista en aquel tiempo, que es una músico excepcional dicho sea de paso, nunca se acercó al jazz porque en la escuela le habían inculcado que las mujeres no entraban ahí, que era cosa de machos.

Los muchachos de la big band de Joaquín Betancourt, compañeros de clase, nos convencieron y mezclamos el jazz con lo afrocubano. Recuerdo que el primer estándar que me dieron fue ‘My Funny Valentine’, me lo enseñaron en un papel escrito a mano y a partir de ahí tuve que hacer una interpretación sin haberlo escuchado nunca. Esos fueron mis primeros pasos para cantar jazz.

Tengo la esperanza de que Alami llegue a ser una asociación de mujeres jazzistas, un espacio donde la gente pueda encontrar un concierto, una conferencia, un conversatorio o recibir un curso, donde la gente se conecte con lo que queremos expresar. Es un proyecto que llevo muy por dentro, pero que espero algún día podrá llevarse a cabo. No somos para nada sexistas, pero queremos equidad de género, queremos igualar un poco las cosas.

El demo que grabamos nos brindó la oportunidad de conocer si lo que estábamos haciendo funcionaba o no con el público. Ver tu música plasmada en un disco te permite saber hacia dónde vas y lo que necesitas hacer para mejorar tu trabajo. Este larga duración nos abrió las puertas a un proyecto más ambicioso nombrado Maqueque, donde se nos unieron Yissi García y Yusa.

Esto fue una cosa más grande, con otras ideas y expectativas. Logramos grabar un disco homónimo y hasta nos colamos en varios números de las revistas Downbeat y Billboard. Alcanzamos cierto éxito internacional, pero en Cuba éramos desconocidas. Aquí no hay publicaciones como las mencionadas para que los músicos puedan ver reflejada su obra, estamos en la Prehistoria en ese sentido. Lo que pasa con los artistas cubanos es que si no cultivas la música popular, no les interesas a los promotores o funcionarios culturales para vender tu música a los turistas. (…) En nuestro país el jazz no se comercializa como es debido. Desde nuestro propio patio, libremente, sin tener que emigrar, debiéramos disfrutar de las posibilidades de mostrarnos al mundo.

Maqueque se derivó más hacia la mezcla de ritmos de la world music, va más hacia la búsqueda de nuestras raíces, más hacia la afrocultura. Esa es la imagen que siempre he defendido y continúo con esa estética en mi etapa en solitario. En el mundo existe un mercado donde la afrocultura es lo más importante y aunque no lo creas, en Cuba no se explota o se exporta lo suficiente.

Ahora no estoy muy unida a Maqueque porque no me da el tiempo y además, quiero fraguar mi carrera como solista. Terminé recientemente mi primer disco en solitario titulado Nueva Era, donde todos los temas fueron compuestos por mí. Se destacan ‘Niño’, ‘El Ruso’, ‘Drama’, ‘Sin Empezar’, ‘Madres’, y en inglés, ‘Don’t Unplug my Body’. Este trabajo, según los críticos, se incluye entre los 50 mejores discos de world music de la temporada, aunque me gustaría que me consideraran una cultivadora del soul-jazz y del jazz-pop cubano.

Todos estos logros son desconocidos para el público cubano. Porque si eres independiente y trabajas con extranjeros por tu cuenta, no entras en la canalita y te excluyen, no existes para los medios cubanos. Eso duele, duele mucho, que trabajes mucho y que en tu propio país no te conozcan. Por eso tengo ganas de que la gente se entere de lo que estoy haciendo.

Además, las instituciones son muy poco pujantes con los músicos jóvenes. Si uno no les cae detrás, no te hacen caso. Somos como unos gitanos, sin bandera, somos de quien nos recoja.

Me apoyan músicos fenomenales tales como Ruly Herrera en el drum y Jorge Luis Lagarza en el piano, integrantes de Real Project. Con ellos hice los one takes de Nueva Era y estoy grabando mi segundo disco. También realicé la banda sonora del documental ‘La Clave que habla de la rumba en Cuba’.

En mi nuevo demo quiero indagar más en los ritmos nacidos en Cuba. Quiero ser más folklórica, transitar por géneros como el changüí y el tango congo.

A veces cuando canto, me pierdo. Me siento como si no estuviera en el lugar, como si no fuera yo. Siento una masa que me mueve para adelante y para atrás.

Mi relación con el jazz siempre va a ser fresca porque estoy en constante investigación. Además, compongo de manera simple, aunque bien elaborada. Me encantan los arreglos intrincados que puedes disfrutar en la superficie, pero que son intensos al finalizar la canción”, concluyo la joven artista en lo que fue una entrevista muy emocionante.

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Ramon Jimenez
4 de mayo, 2016 10:20 am (GMT-5:00)
Excelente interprete