No podrán acallarnos



Llovía a cántaros en la tarde noche del veintinueve de junio en todo el trayecto que separa a la ciudad de Matanzas de Colón. El destartalado almendrón (auto norteamericano de la década de 1940) en el que viajábamos, rezumando agua por todas partes, hacía que los diez pasajeros nos apretujáramos para evitar mojarnos. Por casualidad, todos los pasajeros nos conocíamos y entre bromas y risas intentábamos pasar el mal rato, mientras le hacíamos observaciones al chófer para que adoptara las medidas de seguridad pertinentes y nos llevará sanos y salvos a nuestro destino.

De pronto, por obra y gracia de la “eficiencia” de las comunicaciones móviles en Cuba, todos los teléfonos sonaron casi al unísono y todos nos apresuramos a leer el mismo mensaje: Dónde están, llamen Urgente. Richard.

El texto cambió el rumbo de la conversación y todos comenzamos a especular que el fuerte aguacero provocaría que se atrasara el inicio del concierto al que teníamos previsto asistir en Colón, en el cabaret Las Estrellas, cuyo nombre da entender perfectamente el por qué de las suposiciones. Allí, con las constelaciones como techo actuarían esa noche un importante grupo de raperos cubanos encabezados por Richard Zamora Brito, MC El Radikal y contaría, además, con la presencia de otras agrupaciones y solistas procedentes de varias provincias, tales como El Funky, El Prófugo, La Alianza, Maquinaria Urbana, R3 MCs y Yandrik.

Sin embargo, al llegar a Colón sentimos que todo el peso de la tempestad del camino caía sobre nuestros hombros y deseamos tener en nuestras manos el poder de las descargas eléctricas para calcinar de golpe y porrazo a todos los malos representantes de las instituciones oficiales de ese lugar.

El Radikal nos recibió con su característica hospitalidad y sin adornar mucho el asunto nos espetó que hacía solo poco más de una hora le habían comunicado que la presentación estaba censurada y que no se podía realizar. Eso echaba por tierra varios días de intensas gestiones para garantizar el alquiler del susodicho lugar, elaborar y distribuir volantes y pegatinas de promoción, que ahora lucían mustios y ajados en los postes de electricidad y en las señales de tráfico a lo largo de todo el pueblo, como si la lluvia y la mala noticia les hubiera causado la muerte; las coordinaciones de transporte y hospedaje para los asistentes; la compra de los avituallamientos; el alquiler del audio, luces y toda la técnica necesaria para ofrecer un espectáculo de calidad a los colombinos.

Algunos no acostumbrados a estos avatares no lo podían creer, PMU en cambio decidió ir hasta el fondo del problema y pedimos a El Radikal que nos llevara hasta el lugar de marras, para obtener de primera mano el testimonio de la administradora del cabaret.

La funcionaria que entrevistamos y que pidió mantener el anonimato, explicó que desde el primer momento ella no tuvo inconvenientes en alquilar el local para el concierto, porque eso la ayudaba a cumplir con su plan de recaudación, ya que prácticamente no tenían cómo llenar el local los días de la semana y eso repercutía negativamente en el salario de sus trabajadores. Afirmó que de lunes a viernes solo tenían una opción, a la que las personas asistían porque luego de la presentación de un grupo de mariachis aficionados, se ponía música grabada y los jóvenes asistían por el reguetón, y por eso accedió con gusto al concierto de rap. Sin embargo, dijo que el mismo día pactado con los raperos, cerca de las tres de la tarde, se personaron en el cabaret un funcionario del municipio de Cultura, otro del Partido y un oficial de la Policía, quienes le ordenaron sin sutilezas de ningún tipo, cancelar el concierto de rap de El Radikal y le orientaron no volver a organizar tales eventos en su centro, con el pretexto de que ninguno de los que iban a actuar eran artistas profesionales y por eso no podían presentarse allí.

El resto de la historia ya lo conocen hasta nuestra llegada a Colón, la tarde noche de marras.

Hechos como este se suceden cada vez con mayor regularidad a lo largo y ancho de todo el país, en una abierta demostración de represión y censura hacia los integrantes del movimiento underground cubano, especialmente los raperos, y en una clara demostración de la falsedad y la doble moral del discurso de las instituciones y de los funcionarios de cultura, quienes abogan por la diversidad y la inclusión cultural, pero a todas luces hacen lo contrario con todo lo que tenga algún viso de alternativo, contestatario, o simplemente diferente.

Otros muchos ejemplos han sido divulgados en esta página como la constante censura y vigilancia sobre el quehacer de los muchachos del proyecto K’Bolá, en Cienfuegos, o con el cierre de la peña de La Malcom Baybe, y de David D’Omni, en La Habana.

Resulta contraproducente, si hablamos solo en términos culturales, que se niegue burdamente la presentación ese miércoles de El Radikal y sus invitados en Colón y que el mismo fin de semana se le entregara el parque central del pueblo para la presentación de la orquesta La Charanga Habanera, que no es de los mejores ejemplos cubanos en materia de estética, contenidos de sus canciones, y que acentúa cada vez más la marginalidad y todas las expresiones y consecuencias que le son afines, algo de lo que el hip hop en general está bastante lejos.

La historia se repite. Es de esperar que en tiempos de “vacas flacas” los gobernantes vean fantasmas por doquier y se arrecie la censura y la represión, abierta o no, contra todo lo que a su juicio pueda debilitar el sistema y la batalla ideológica, pero cabría preguntarse ¿contra quién o quiénes? Por lo que no sería sorpresa mucho más de lo mismo, aunque con otros medios y métodos, aparentemente más sofisticados y menos abiertos.

La cultura hip hop en general es, por supuesto, uno de los principales blancos en todo este complejo entramado de limitaciones y limitantes, y aunque no se diga abiertamente, cada día adquiere más visos políticos por lo que ella representa en término de crítica social, rebeldía, y sobre todo, por la extrema necesidad de libertad de expresión.

No obstante, al final ganamos los censurados. Esa noche se corrió de boca en boca que todos nos veríamos en la única cafetería estatal que trabaja las 24 horas en Colón y de manera muy ortodoxa, al estilo de Jack Bauer el personaje de la serie de televisión, los raperos y los amantes del género en el pueblo se dieron cita allí y sin audio, a capela, y ante los ojos atónitos de las autoridades se hizo una descarga hasta las cuatro de la madrugada. El mensaje fue claro: no estamos de brazos cruzados, ni el clima, ni la censura podrán acallarnos. En Cuba hay hip hop para rato.

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