La lista no juega con el billete (Parte I)



Reseñas informativas, artículos, entrevistas, comentarios de amigos, artistas y especialistas, han ido llenando mi mesa de trabajo durante los últimos meses. Unos han sido intrascendentes y poco llamativos, sin embargo, a la mayoría les he tenido que dedicar toda la atención necesaria, porque de una u otra forma comunican, esbozan, demuestran y hasta intentan definir las nuevas tendencias de la música underground en Cuba, en especial del hip hop y el rock.

Antes de adentrarme en el tema, considero imprescindible destacar que de ello no escapan las instituciones y los medios oficiales, así como también las fuentes alternativas y todos aquellos, en número mayor cada vez, que de una u otra forma han decidido expresar sus opiniones y criterios, utilizando los canales y los recursos a su alcance y posibilidades.

Para nadie es un secreto que en los últimos tiempos, el debate teórico se centra en las formas y los contenidos con los que se intenta revitalizar la política cultural del país, y al menos, en el papel y en el discurso de los funcionarios, hacerla más inclusiva, coherente, participativa, menos burocrática (¿sin cambiar las estructuras vigentes?), manteniendo su apego a los principios generales que la definieron hace más de cuatro décadas.

En una especie de “llover sobre mojado”, se renuevan los términos y se adapta el lenguaje a los nuevos tiempos, sin muchos cambios en las esencias, manteniendo las mismas restricciones y tabúes, abriendo espacios a novedosas formas de censura que, con enmascaradoras sutilezas, mantienen las cosas iguales o peor que antes. En ese agitado mar, los peces siguen nadando tranquilamente debajo de las olas y cada cual escoge las carnadas de su gusto, solo que todos los anzuelos no pertenecen a los pescadores de siempre, aunque las capturas vayan destinadas a las mismas mesas.

Escudados en el supuesto de que defienden ideas nobles y humanistas, se crean y fortalecen patrones para medir la creación artística, y llegan hasta a afirmar que se debe juzgar, con el mayor rigor posible, la calidad y la pertenencia a esos principios de los artistas, aunque sin discriminar ninguna de las tendencias estéticas, y suprimir, coartar, limitar o marginar ninguna de las formas de expresión, por muy transgresoras que sean.

Otra arista del asunto, quizás la más peligrosa por chovinista y porque intenta separar del acontecer cultural a determinados artistas (léase raperos, rockeros, etc.) es colgarle el cartelito de “extranjerizante” e “ideológicamente peligrosos” a todos los géneros que no tengan orígenes genuinamente cubanos. El colmo de los colmos es que he escuchado a algunos teóricos ultranacionalistas expresar públicamente, en reuniones y en conferencias ante varios auditorios, que el auge en Cuba de géneros tales como el reguetón, el rap y el rock se debe a la acción de las agencias de inteligencia enemigas del sistema social imperante en la Isla. Tales afirmaciones y las acciones, las supresiones y las limitaciones que de ellas se derivan, se justifican con la teoría de que esos géneros exaltan la necedad, la tontería, el vacío existencial, y la esperanza de que solo fuera de Cuba se pueden hallar las verdaderas oportunidades de realización personal.

Lo peor del asunto es que esas acusaciones no solo se limitan a los artistas que, según tal visión, parecen como si hubieran sido traídos por encargo, formados e instruidos allende los mares, con el único fin de subvertir la sociedad cubana, sino que también se extiende a sus seguidores, en su inmensa mayoría jóvenes de todas las extracciones sociales, diferentes niveles de instrucción, razas y credos, a quienes acusan abiertamente de querer finiquitar la cultura nacional, porque no tienen los conocimientos necesarios, porque se someten a la voluntad y a las ideas de los enemigos, en una especie de neocolonialismo mental, o porque sencillamente se venden al mejor postor.

En ese mismo orden de pensamiento se pone en práctica una política que se apega más al refrán popular de “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, que ha llegado hasta los límites de jugar abiertamente con las más puras intenciones del movimiento underground cubano y sus más preciadas necesidades de expresión, eso en el caso del hip hop, porque en lo que respecta al rock, sencillamente se ignora y a otra cosa.

Ejemplos hay suficientes en los últimos tiempos y esta página los ha reflejado dignamente, pero solo me permitiré recordarles lo sucedido con las ediciones de los Puños Arriba, con el Simposio de Hip Hop Cubano, y con algunas presentaciones de raperos en varias provincias del país.

Sin embargo, a mí no me queda más remedio que calificar esos sucesos como verdaderas burlas institucionales, que tuvieron su clímax con el nombramiento de Rubén Marín Maning como director de la Agencia Cubana de Rap. Para algunos, el hecho abre una nueva etapa de esperanzas y de trabajo que logra poner al hip hop cubano en el lugar que verdaderamente merece en el plano nacional, para otros, es solo más de lo mismo, solo que ahora se intenta tener en ese puesto a alguien con mayor conocimiento de causa y que pueda, de alguna u otra manera, intentar hacer algo, sin contar con nada, pero que esté mejor relacionado con todas las tendencias que defienden los raperos. Un oído más, aunque está por demostrar que sea capaz de escuchar.

¿Qué se puede esperar de eso? La respuesta, por ahora, no la tiene nadie. Lo que sí queda claro es que es una nueva estrategia institucional, que no ayudará a que las cosas cambien nombrando a un rapero como director. El tiempo dirá si la Agencia Cubana de Rap hará honor a su nombre y podrá dejar de ser una entidad capitalina, manipuladora y poco representativa, o se dará a respetar y servirá a los intereses de los raperos, contará con los recursos necesarios para ayudarlos y dejará de ser una parte del maquillaje cultural.

En contraposición a esas realidades, está el enorme espíritu de supervivencia que ha fortalecido el hip hop cubano a lo largo de todos estos años de marginación y que le ha permitido mantenerse con salud y con los bríos necesarios para seguir adelante, a pesar de las enfermedades de ingenuidad, empirismo, regionalismos, falta de profesionalidad, y liberalismo que ha padecido y que en algunos casos se han vuelto crónicas.

(Continuará…)

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