La lista no juega con el billete (Final)



Para nadie es un secreto que el mundo underground cubano se divide entre quienes defienden a ultranza la no institucionalización y los que, de manera mucho más inteligente, han aprovechado todos los espacios que se les han brindado en beneficio de su desarrollo y para beneplácito de sus seguidores, tal y como lo han hecho los proyectos Somos Muchos Más y el Potaje Urbano, bajo las premisas de mayor integralidad, perseverancia y esfuerzo.

Otra arista del problema es la difusión del quehacer y de las posiciones de los raperos y los rockeros cubanos. Si bien es cierto que con las nuevas posibilidades de acceso a Internet y a las redes sociales, muchos han concentrado en ellas, con determinado éxito, sus esfuerzos, aún es insuficiente, y lo que se ha logrado todavía no satisface las expectativas en ese sentido.

En Cuba es insignificante el apoyo que reciben hoy los artistas underground por parte de los medios de difusión masiva, que en contra de lo que predica la política cultural, prefieren abrir espacios a artistas foráneos que a los del patio.

Recientemente, el periódico de mayor circulación en el país dedicó casi una página a publicar una entrevista con una rapera latinoamericana, radicada mucho tiempo en Europa, y no ahorró en elogios para destacar su trayectoria. Lo mismo hizo uno de los espacios de pensamiento, reflexión y opinión de la televisión nacional, que incluso, incluyó el más reciente video clip de una de sus canciones. En el trabajo de marras, un pequeño parrafito hacía alusión a las vivencias de esa artista junto a los raperos cubanos y al referirse al hip hop cubano y en especial al rap ella dijo: “…Me enamoré del hip hop cubano, de sus procesos, de las conversaciones y las risas, de lo que era el Grupo Uno con Rensoli, y de tantos grupos como Obsesión, Explosión Suprema, Anónimo Consejo, entre tantos otros. Me encontré con una frescura muy propia de una identidad única…”.

Salvando las distancias, ya casi históricas, los malos y los buenos momentos, pero apoyándome en el propio discurso institucional acerca de la necesidad de hacer la cultura nacional más inclusiva, cabría preguntarse si alguna vez en todos esos años, los mencionados y muchos otros que todavía esgrimen el flow como una forma de expresión artística en Cuba, tuvieron o al menos se les brindo la posibilidad de exponer sus criterios en un medio nacional o provincial. Por el contrario, hasta hoy se les ha prohibido tal suerte, se les censura, se les impide mostrar y compartir lo que hacen con sus propios compatriotas, esgrimiendo razones en las que nadie cree y perjuicios construidos a la conveniencia de las instituciones en la mayoría de los casos.

Cada quien arrima la sardina a su sartén, también diría sabiamente mi abuela, pero la manipulación es tan burda que no admite nada más que desprecio. Tal o más cual artista, no importa su procedencia, forma de expresión o verdadera creencia política, es bueno y su obra merece difundirse en el país si asume posiciones tercermundistas, sin importar que su verdadero Sur sea ganar a costa de la crítica al imperialismo, al neoliberalismo, a las llamadas nuevas formas de dominación cultural.

En esos momentos, nadie se pregunta, incluso, ni piensa en los raperos del patio, tan patriotas como cualquier otro nacido en esta tierra, sin pretensiones de cambiar nada, sino de mejorar sus realidades, su vida, la de sus familias. Con los sentidos puestos en hacer mejor nuestro Sur, el de los barrios, el de las escuelas, el de las calles, el de la gente que día a día sale a la calle pensando qué comerá o beberá cuando regrese a su hogar y que sabe que las causas de muchos de sus males se pueden arreglar en lo interno, que ponen con mayor frecuencia que otros los dedos en las llagas de la sociedad, con total entereza y por supuesto, con un lenguaje ajeno al de la política de los burócratas oficiales.

El asunto, a mi juicio, es ser consecuente. Es tener una perfecta combinación entre la prédica y la acción, por supuesto, que el asunto no es solo señalar las manchas y menos impedir que cada cual tenga su espacio, su sitio para aportar a la obra común, crear, ofertar, mantener verdaderos espacios de convivencia y debate, en aras de mejorar el arte y la sociedad en su conjunto. A pesar de ello, el hip hop no perderá su irreverente naturaleza.

A tono con las nuevas tendencias, y salvo muy contadas excepciones, otro fenómeno sacude a la música underground cubana: la proliferación de presentaciones en espacios privados reducidos, tales como restaurantes (paladares), bares, y otros. En ello se conjugan varios factores donde priman la necesidad de subsistir y compartir su obra, y la pujanza de las nuevas formas de propiedad, que buscan a toda costa posicionar sus negocios entre los preferidos por determinado tipo de público, o al menos, contar con determinado número de clientes que aseguren los ingresos mínimos en los días de poca afluencia.

Cada vez, son menos las peñas y las presentaciones públicas de los raperos y no todos cuentan, en cada territorio, con espacios como el villaclareño Mejunje, o tienen la valentía de mantener a capa y espada sus proyectos como el cienfueguero K’Bolá.

En honor a la verdad, no soy partidario de esta tendencia, no me parece sana, ni beneficiosa, a largo plazo, para la música underground nacional, ni tampoco considero que sea digna de promocionar y darle aires de panacea universal en esta, ni en ninguna otra página, pero como reza el refrán: “a falta de pan, casabe”, y en estos momentos es necesario utilizar y conservar cuantos espacios se abran al arte alternativo.

Lo verdaderamente imperdonable es dedicarse a luchar contra los molinos de viento, en actitudes quijotescas que solo perjudican al movimiento underground; dejar colgarse el cartelito de “rebeldes sin causa” y rechazarlo todo mientras se ignora que se avanza por el camino de la autodestrucción; o en el mejor de los casos, practicar de manera aberrante el ostracismo como política de subsistencia.

Si el hip hop cubano ha sobrevivido hasta ahora a los ataques de cualquier tipo, no ha sido solamente por la perseverancia de sus artistas y de sus seguidores, sino también porque ha sabido ser reflejo y consecuencia de una época, porque, incluso, sin proponérselo se ha mantenido en la vanguardia del pensamiento más radical, aunque a veces adoptando posiciones demasiado populistas que rayan en lo vulgar y marginal. A pesar de ello, han sido, y lo son todavía, la voz más transgresora en el curso de varias generaciones y merece ser respetado por eso.

El camino se abre a nuevas tendencias en el plano artístico y musical, fantasías, sueños y realidades todavía por cambiar, que consoliden su presencia y permanencia en la escena nacional, en los medios y, lo más importante, en el gusto popular. Nadie puede afirmar que todo lo que queda por hacer será fácil, al contrario, el temporal solo amenaza con arreciar y se debe hacer todo lo que esté a nuestro alcance para capearlo con dignidad y sin perder las esencias. Por ahora, lamentablemente, la lista sigue sin jugar con el billete.

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