Hay que defender la cultura underground



A lo largo de la historia, los movimientos sociales han venido acompañados por una corriente creativa a modo de manifiesto cultural, aquella que ha permanecido oculta, paralela a los círculos oficiales, es la que ha permitido transmitir los mensajes de protesta y crítica social.

Para muchos, el hip hop en la actualidad y de manera general, solo tiene pasado porque los antiguos pilares de su cultura han pasado al mainstream (corriente popular), dejando de ser underground. Hoy es común que el break dancer forme parte de compañías profesionales de baile, el artista del grafiti viva cómodamente de la cotización económica de sus obras en importantes galerías de arte, el DJ trabaje profesionalmente marcando el ritmo de las pistas de alguna discoteca y vendiendo sus discos, y también es usual que el rap inunde todos los géneros musicales, perdiendo de esta manera su original esencia crítica y social al plegarse a las leyes del mercado musical actual.

Para que se comprenda el fenómeno actual, en un principio, la cultura del hip hop, mayoritariamente, partía de una creencia profundamente social; una forma de cultura propia que permitía una constante evolución de la persona, la cual intentaba superarse a sí misma, sin competencias por vender más.

El rap, por lo general, se ha encasillado y estandarizado según parámetros meramente comerciales. A mi modo de ver, eso es lo que en la actualidad ha envenenado la mente de los jóvenes valores de hoy día. Es preocupante que el hip hop haya dejado de ser rebelde y contracorriente, en gran parte del mundo y para muchos artistas del género, para convertirse en un estilo más a favor de la propia corriente.

Lo principal, y tiene que ser una máxima, es conocer las raíces fundacionales de los movimientos underground, la cultura, el baile, el estilo. Antes que nada, hay que decir que muchas personas confunden el término rap con el de hip hop, y ahí es donde empiezan los problemas de entendimiento generacional. El rap forma parte del hip hop, y el hip hop es la cultura entera, todo el movimiento compuesto por la música, el baile, y el arte, en este caso, mayormente grafiti.

Muchos jóvenes y no tan jóvenes raperos son solo eso: raperos, no están integradas en modo alguno a la cultura del hip hop, y ni siquiera escuchan a los grandes de todos los tiempos; sus paradigmas son los peores ejemplos que se puedan tener, los raperos más comerciales, los más populares, los que más ostentan.

En Cuba hay ejemplos de ambas partes, sobre todo hay excelentes exponentes que afrontan de manera contestataria, abundando críticamente los males sociales que aquejan nuestra sociedad imperfecta, abanderados de la verdad, su verdad, y son perseguidos y controlados todo el tiempo; sus producciones independientes sin ningún sello discográfico oficialista recorren la isla y el mundo, y esos son los verdaderos exponentes de una cultura que para muchos está a punto de la extinción.

Quizás por no ser MC, ni DJ, ni productor del movimiento, algún lector pudiera pensar que no soy una voz autorizada para hablar del tema, pero puedo asegurar que estoy completamente identificado con la causa y la hago mía, por mis más de 10 años moviéndome, de una manera u otra, dentro de los movimientos underground en Cuba. Durante este tiempo he estado observando la escena, manteniendo contacto con todo tipo de artistas, con muchos de los cuales, incluso, he llegado cultivar amistad. He visto muchos procesos desde muy cerca, pero siempre con la suficiente distancia por no estar directamente implicado. Así que por eso y otros motivos, muchas veces me pregunto por qué al hip hop no se le toma en serio como movimiento cultural, y por qué no se llega más allá de ciertos límites. Las razones serán incontables, y parten desde los propios intereses de los artistas, las dificultades de promoción y sobre todo, que no estarán jamás acorde con los ideales de las compañías discográficas. Pienso que dos son las opciones viables: te mantienes fiel a los ideales del verdadero hip hop de manera underground, o haces concesiones comerciales alejándote de los principios de la cultura.

No quiero ser repetitivo, pero en estos momentos hay un punto de la Isla, en la parte oriental de Cuba, donde la cultura hip hop está transitando hacia cómo debe ser: una voz de las comunidades. En la ciudad de Holguín, el trabajo sostenido de un grupo, ya no pequeño, de artistas de diferentes manifestaciones y generaciones se han unido en torno a unos ideales bien definidos. Fuera de las instituciones oficiales que establecen parámetros y sentimientos de autocensura, ellos llegan a los lugares menos atendidos por las instituciones culturales, con sus propuestas contestatarias y reflexivas, y allí muestran además de su talento, la verdadera esencia de la cultura hip hop con sus pilares fundamentales. Artistas que se han convertido en verdaderos promotores culturales, emisarios de un mensaje de paz y amor, denunciando duramente y sin temores los problemas que afectan al cubano de a pie.

Ojalá este movimiento, que empieza a tomar fuerza en Holguín, se generalice en toda la Isla, porque así sí podremos decir, como versa una canción de Philips Flow: “el hip hop no ha muerto.”

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