Defendamos nuestra música por encima de lo foráneo
9 de enero de 2017
Julio César Fernández Cruz es un virtuoso del saxofón. Este talentoso músico fundó hace varios años, junto a Teo Barrios, la peña Black&White, aunque ese proyecto no fructificó. Su música fue incomprendida y el espacio cancelado sin explicación oficial alguna. Tras mucho bregar, Julio César se integra a la peña Soul Train, que se presenta todos los domingos a las siete de la tarde, en el restaurante La Nota. En una de esas ocasiones, Julio Cesar conversó con PMU:
“Mi primer acercamiento al arte fue a través de la pintura. Estudié en San Alejandro, fui alumno de Tomas Sánchez, pero a los seis meses lo dejé para hacerme músico. Al final, me gradué de nivel elemental en la escuela Alejandro García Caturla. Tiempo después integré la orquesta Willy Montes y los Elefantes de la Salsa. Mis influencias provienen de Augusto Bocalandro, Fausto Papetti, Nicolás Reinoso, Kenny G, Najee, Dave Koz y Grover Washington Jr.”.
El saxofonista hace una pausa y prosigue: “Además, soy director del cuarteto Son Metales y solista instrumentista; toco los siete saxofones, aunque el tenor es el de mi preferencia. El latin jazz no es mi fuerte, no es mi línea. Dios no me dio el don de la digitación rápida, pero sí me gusta mucho la onda de la modulación y meterle sentimiento a la música. Cuando estoy encima del escenario, me transporto hacia un mundo mágico.
Mi repertorio es variado, desde música tradicional cubana, bolero, son, hasta la balada pop, rock y los ritmos de la década de los 60. Lo que más me gusta hacer es la música instrumental ligera. Siempre trato de complacer al público. Cuando me presento con regularidad, procuro estrenar un número o dos, cada semana. Es muy difícil encontrar en Cuba un público que asimile esos ritmos foráneos. Este trabajo es duro hasta con los extranjeros, porque hay que darles un tratamiento un poco invasivo, ofrecerles su música con nuestro estilo, a lo cubano. Esa es una fórmula que utilizo y me ha dado muy buenos resultados”.
“La carrera musical lleva dedicación por muchos años y un gran esfuerzo diario para que los instrumentistas logremos el perfeccionamiento en nuestro trabajo”, prosigue Julio Cesar. “Mi vida ha sido difícil porque siempre se me han cerrado las puertas, a pesar del talento que dicen que tengo. Quizás ha sido mi forma de ser, porque soy un libre pensador y cuando veo las cosas mal hechas, las combato.
No me gusta trabajar con backgrounds ajenos, todos me los hago yo. Me gusta escoger los instrumentos que voy a usar e interpretar mis propios arreglos de los covers, tratando siempre que los temas se acerquen mucho a los originales. Hago instrumento por instrumento, pista por pista, e intento que suenen igualitos. Fue tanto mi interés, que sacrifiqué un cuarto de la casa para convertirlo en mi estudio y allí les grabo a los amigos. En la música instrumental, la repetición del estribillo hace que la canción se vuelva tediosa y soy muy cuidadoso con eso”.
De su manera de componer salta a conversar sobre el espacio donde toca: “El Soul Train, que se realiza en La Nota, es un espacio maravilloso, existe libertad plena de creación. Aquí no rendimos cuentas a nadie, lo que hacemos lo dicta la preferencia del público. Lugares como este no abundan en La Habana y lo defenderemos a capa y espada. Antes de esto, me pasé como ocho meses sin tocar en público, porque no encontraba el espacio adecuado a mis intereses. Tengo mucho que ver con Teo Barrios, a quien acompaño en esta cruzada musical. Nuestro mayor éxito es el tema ‘Cartas Amarillas’, popularizado por el gran intérprete español Nino Bravo, ese clásico siempre nos queda muy bien.
Te comento que he buscado dónde presentarme y en más de una ocasión los directores artísticos me han dicho que no pueden incluirme, porque no toco reggaetón ni soy humorista, o si lo van a hacer es con la condición que la mitad de lo que yo gane se lo tengo que dar a ellos. Eso sucede con bastante frecuencia, pero nunca me he rendido a sus exigencias, prefiero no tocar. Los medios de difusión masiva también nos han dado la espalda, todo se une en contra nuestra. Los dirigentes de este país tienen que comprender que los artistas underground también tenemos derecho de competir en la escena cubana.
Lo que genera dinero es lo que se está promocionando. Se divulga muy poco lo que nos identifica como cubanos. Un caso aislado es el programa de televisión Sonando en Cuba, no me gustó por varias cosas internas que conozco, pero tengo que reconocer que fue un paso de avance para la música en nuestro país. Fue una buena estrategia para inculcarle a la juventud el amor por nuestras verdaderas raíces”.
Sobre el tema de la cubanidad, Julio Cesar sigue argumentando: “Algún día volveremos a ser cubanos, porque lo hemos dejado de ser para convertirnos en no se sabe qué. Siempre digo que defendamos nuestra música por encima de lo foráneo. Debemos contrarrestar la popularidad del reggaetón, porque es una cosa que no se sabe de dónde vino, ni quién la inventó, y lo único que trae es chabacanería y malos hábitos. No te digo que lo censuren, porque estaríamos cayendo en lo mismo que nos han hecho a nosotros. Lo que tenemos que hacer es buena música para ofrecérsela a los jóvenes y así tengan de dónde escoger. El cubano necesita mirar hacia el futuro, saber qué sucede, y no andar a tientas y a ciegas”.
Hace otra pausa y finaliza: “Los especialistas ya no hablan de grupos antológicos como Reyes 73, La Orquesta de Música Moderna, Irakere y Opus 13, infinidades de orquestas que existían cuando en Cuba había que hacer música de verdad. Las hemos olvidado y ahora nos lamentamos”.
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9 de enero de 2017
Julio César Fernández Cruz es un virtuoso del saxofón. Este talentoso músico fundó hace varios años, junto a Teo Barrios, la peña Black&White, aunque ese proyecto no fructificó. Su música fue incomprendida y el espacio cancelado sin explicación oficial alguna. Tras mucho bregar, Julio César se integra a la peña Soul Train, que se presenta todos los domingos a las siete de la tarde, en el restaurante La Nota. En una de esas ocasiones, Julio Cesar conversó con PMU:
“Mi primer acercamiento al arte fue a través de la pintura. Estudié en San Alejandro, fui alumno de Tomas Sánchez, pero a los seis meses lo dejé para hacerme músico. Al final, me gradué de nivel elemental en la escuela Alejandro García Caturla. Tiempo después integré la orquesta Willy Montes y los Elefantes de la Salsa. Mis influencias provienen de Augusto Bocalandro, Fausto Papetti, Nicolás Reinoso, Kenny G, Najee, Dave Koz y Grover Washington Jr.”.
El saxofonista hace una pausa y prosigue: “Además, soy director del cuarteto Son Metales y solista instrumentista; toco los siete saxofones, aunque el tenor es el de mi preferencia. El latin jazz no es mi fuerte, no es mi línea. Dios no me dio el don de la digitación rápida, pero sí me gusta mucho la onda de la modulación y meterle sentimiento a la música. Cuando estoy encima del escenario, me transporto hacia un mundo mágico.
Mi repertorio es variado, desde música tradicional cubana, bolero, son, hasta la balada pop, rock y los ritmos de la década de los 60. Lo que más me gusta hacer es la música instrumental ligera. Siempre trato de complacer al público. Cuando me presento con regularidad, procuro estrenar un número o dos, cada semana. Es muy difícil encontrar en Cuba un público que asimile esos ritmos foráneos. Este trabajo es duro hasta con los extranjeros, porque hay que darles un tratamiento un poco invasivo, ofrecerles su música con nuestro estilo, a lo cubano. Esa es una fórmula que utilizo y me ha dado muy buenos resultados”.
“La carrera musical lleva dedicación por muchos años y un gran esfuerzo diario para que los instrumentistas logremos el perfeccionamiento en nuestro trabajo”, prosigue Julio Cesar. “Mi vida ha sido difícil porque siempre se me han cerrado las puertas, a pesar del talento que dicen que tengo. Quizás ha sido mi forma de ser, porque soy un libre pensador y cuando veo las cosas mal hechas, las combato.
No me gusta trabajar con backgrounds ajenos, todos me los hago yo. Me gusta escoger los instrumentos que voy a usar e interpretar mis propios arreglos de los covers, tratando siempre que los temas se acerquen mucho a los originales. Hago instrumento por instrumento, pista por pista, e intento que suenen igualitos. Fue tanto mi interés, que sacrifiqué un cuarto de la casa para convertirlo en mi estudio y allí les grabo a los amigos. En la música instrumental, la repetición del estribillo hace que la canción se vuelva tediosa y soy muy cuidadoso con eso”.
De su manera de componer salta a conversar sobre el espacio donde toca: “El Soul Train, que se realiza en La Nota, es un espacio maravilloso, existe libertad plena de creación. Aquí no rendimos cuentas a nadie, lo que hacemos lo dicta la preferencia del público. Lugares como este no abundan en La Habana y lo defenderemos a capa y espada. Antes de esto, me pasé como ocho meses sin tocar en público, porque no encontraba el espacio adecuado a mis intereses. Tengo mucho que ver con Teo Barrios, a quien acompaño en esta cruzada musical. Nuestro mayor éxito es el tema ‘Cartas Amarillas’, popularizado por el gran intérprete español Nino Bravo, ese clásico siempre nos queda muy bien.
Te comento que he buscado dónde presentarme y en más de una ocasión los directores artísticos me han dicho que no pueden incluirme, porque no toco reggaetón ni soy humorista, o si lo van a hacer es con la condición que la mitad de lo que yo gane se lo tengo que dar a ellos. Eso sucede con bastante frecuencia, pero nunca me he rendido a sus exigencias, prefiero no tocar. Los medios de difusión masiva también nos han dado la espalda, todo se une en contra nuestra. Los dirigentes de este país tienen que comprender que los artistas underground también tenemos derecho de competir en la escena cubana.
Lo que genera dinero es lo que se está promocionando. Se divulga muy poco lo que nos identifica como cubanos. Un caso aislado es el programa de televisión Sonando en Cuba, no me gustó por varias cosas internas que conozco, pero tengo que reconocer que fue un paso de avance para la música en nuestro país. Fue una buena estrategia para inculcarle a la juventud el amor por nuestras verdaderas raíces”.
Sobre el tema de la cubanidad, Julio Cesar sigue argumentando: “Algún día volveremos a ser cubanos, porque lo hemos dejado de ser para convertirnos en no se sabe qué. Siempre digo que defendamos nuestra música por encima de lo foráneo. Debemos contrarrestar la popularidad del reggaetón, porque es una cosa que no se sabe de dónde vino, ni quién la inventó, y lo único que trae es chabacanería y malos hábitos. No te digo que lo censuren, porque estaríamos cayendo en lo mismo que nos han hecho a nosotros. Lo que tenemos que hacer es buena música para ofrecérsela a los jóvenes y así tengan de dónde escoger. El cubano necesita mirar hacia el futuro, saber qué sucede, y no andar a tientas y a ciegas”.
Hace otra pausa y finaliza: “Los especialistas ya no hablan de grupos antológicos como Reyes 73, La Orquesta de Música Moderna, Irakere y Opus 13, infinidades de orquestas que existían cuando en Cuba había que hacer música de verdad. Las hemos olvidado y ahora nos lamentamos”.
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