Rensoli: los raperos no negociamos nuestros principios (Parte I)



Conversar con él es una fiesta. Dueño de una facilidad de palabra impresionante, Rensoli defiende sus convicciones a capa y espada. Tarde especial la de nuestro encuentro. Confieso que desde hace mucho tiempo ansiaba conocerlo, indagué por su contacto, pero su presencia me fue esquiva por sus numerosos compromisos laborales.

Rodolfo Antonio Rensoli Medina es uno de los fundadores del movimiento hip hop y rastafari en Cuba. Su prestigio ronda lo mítico y legendario. De hecho, fue el creador de los festivales de rap de Alamar, desempeñándose como su primer presidente. Mucho esfuerzo me costó dar con él, pero al explicarle el objetivo de esta entrevista, aceptó con mucha amabilidad y nos dedicó varias horas de su tiempo para esclarecer hechos, expresar conceptos, desmitificar épocas y mostrarnos toda la verdad de lo ocurrido con su movimiento.

Rensoli también es compositor, cantante y rapero. Grabó el demo Rock Almendra, en 2010, junto a Lixandro Vega en la voz y guitarra, y José Hevia, voz, coros y teclados, así como el diseño de portada del disco.

Con tono afable esto fue lo que nos contó: “Nací en Guanabacoa, que es un barrio netamente musical. Tenía una prima al lado de mi casa que cantaba feeling, Sonia Miranda, ella fue mi primera influencia musical. Por ella fue que compuse un rock & roll que era muy sonero, recuerdo que hablaba hasta del solar. Ese fue el ambiente donde comencé a permear mis intereses musicales. También me marcó esa época dorada del rock, el jazz y la música soul. Años difíciles aquellos 60 y 70, donde los sonidos anglosajones estuvieron prohibidos en nuestro país.

Me aficioné a comprar discos de acetato cuando entré a los Camilitos. Ya me gustaban mucho: The Beatles, The Commodores, Kool and the Gang y Michael Jackson. El lenguaje del rock revolucionó el universo, es la célula que ha sintetizado todo nuestro sentir musical. En esa escuela di con los hijos de los pinchos, de los altos oficiales, de los generales, que estudiaban conmigo. Ellos tenían toda esa música, no sé por qué vía se las agenciaron, ya que ellos eran los mismos que la reprimían. Escuché el reggae y me fascinó. Me botaron de los Camilitos y tuve que ir para el Pre de Guanabacoa. Allí había tremendo movimiento cultural, que se manifestaba en los parques. La gente piensa que esta localidad es un pueblo de campo atrasado y no es así. Siempre hemos estado a la vanguardia, si no, no hubiera existido un Bola de Nieve, un Lecuona o una Rita Montaner. Tenemos una vida muy endógena, lo que nos hace únicos.

Tengo una formación mestiza -hace una pausa, organiza sus ideas y prosigue-: En Cuba hay opiniones sobre el hip hop, reggae y rock que difieren con las que abundan en los círculos especializados internacionales. Existe mucho racismo y discriminación. ¿Por qué un negro no puede ser rockero y un blanco rapero? Hemos sido muy lentos, los raperos, para mezclarnos con el rock, a no ser Irak Sáenz, del Cotorro, que fusionó muy bien, nos hemos distanciado y eso en Estados Unidos hace mucho tiempo que pasó. Un investigador de apellido Garofalo, comenzó en el rock y terminó en el rap, y recuerdo que Rubén Marín, miembro del grupo Primera Base y quien dirige la Agencia Cubana de Rap en estos momentos, lo criticó y atacó por plantear las similitudes de ambos géneros. Una vez fui a la esquina caliente del rap, del reparto Guiteras, y les demostré que se podía rapear encima de un background rockanrolero con beat, melodía y polirritmia.

Quise ser bailarín de break dance pero descubrí que no tenía facultades acrobáticas.

En los 90, el rock se radicalizó mucho hacia lo nórdico y se volvió un ambiente muy excluyente hacia lo mestizo, el Patio de María no era lo mismo y no me gustó eso. Posteriormente, el movimiento rastafari tomó fuerza en el reparto Camilo Cienfuegos y allí es donde me incorporé. Finalmente, encontré personas con las que me identificaba.

Siempre me gustó la autonomía de las músicas alternativas como el reggae y el rap. Mi hermano, el investigador y escritor Rolando Julio Rensoli, me instó a que creara un evento que conjugara todas las vertientes afines al hip hop y que mostrará a los cultores del género de todo el país. Pensé que un festival iba a sensibilizar a los dirigentes y que no iban a tocar a los raperos que quedábamos, ya que habíamos sufrido represión en La Piragua. Así las cosas, dirigí el Primer Festival de Rap, del 27 al 29 de junio de 1995, en el reparto Guiteras. Nuestra intención fue atraer recursos sobre el barrio. Después me propusieron llevarlo para el anfiteatro de Alamar, que es la capital del rap cubano. Me tuve que ir para allá porque comencé a tener desencuentros con la directora de la Casa de la Cultura, ella era muy estructural y estas cosas como que van con otro swing. Para ayudarme a organizarlo, recluté a varios amigos, entre los que se destacó Matamoros, un niche con trenzas que había transitado por las tres R, rock, reggae y rap. Él y su hermano me ayudaron a crear Grupo 1, ese fue el nombre que le puse a mi equipo de promoción. Invité a Edesio Alejandro y se impresionó por nuestro trabajo. Edesio fue uno de los primeros en tocar hip hop en nuestro país y coincide conmigo en que el hip hop, el reggae y el rock & roll tienen puntos en común. Él trabajó con muchos bailarines callejeros y hasta videos filmó con ellos.

Ese festival inaugural contó con la presencia de una periodista norteamericana que nos trajo Pablo Herrera, tremendo conocedor del rap. Eso nos dio la posibilidad de universalizarnos. Los artistas que más se destacaron fueron Primera Base, muy originales, que trabajaban con sus propios backgrounds, cuando casi todo el mundo lo hacía con los norteamericanos; Tipos Suaves de Marianao, tremendo grupo que ya desapareció; El Colorao, un disertante de danza, impresionante; Estilo Fantástico, que les gustó mucho a la gente con su vestuario de ciencia ficción; Yanet, integrante del grupo Instinto, una de las primeras raperas de nuestro país; y el diseñador gráfico Yasel Castellanos, que intentó estilizar el grafiti a lo cubano…”, nuestra conversación hace otra pausa como si Rensoli estuviera poseído por la nostalgia, pero  toma agua, aclara la garganta y sigue, en una segunda parte, próximamente.

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