El rap es más que música es activismo social
26 de junio de 2017
Mauricio Antonio Mendoza Navarro es un rapero de 19 años que estudia en la Universidad de La Habana. La razón de cultivar el género proviene de su necesidad de atacar lo mal hecho en nuestra sociedad, a través de los textos que compone. Mauricio luce como un trovador, o como él mismo se calificara: “el clásico Mickey”. Sin embargo, dista mucho de eso y tiene bien clara la posición contestataria que debe asumir un rapper. Su nombre artístico es Lilbereng, y sin pelos en la lengua conversó con PMU:
“Comencé en el rap en 2009 con el nombre de Mauricio el Underground. Siempre he sido solista, pues me permite tener independencia y protagonismo en lo que hago. Rensoli fue el primero que me dio la oportunidad de rapear en una de sus peñas. Me presenté en varias oportunidades en el festival Primeros Pasos Hip Hop, que organizaba la tétrica Agencia Cubana de Rap, ahí no me trataron bien y terminé disgustado, porque nunca me respondían si era escogido o no y no quise participar más, porque parece que mi nombre era la merienda de alguien. Estoy convencido de que me censuraban porque les enviaba temas contestatarios, uno contenía la frase: ‘Yo no sé cuál es más malo el de hoy o el de Batista’. Malcoms, el de Justicia, era uno de los que hacía las audiciones.
También he participado con la gente de Omni y Zona Franca en Poesía sin Fin. En estos momentos, estoy trabajando en mi primer disco que se llamará Archivo divergente, lo estoy grabando en parte en el estudio Inframundo Records y en Zona Cero Producciones en Guanabo. Tiene ese título porque es más que un disco, es un diario, un álbum de fotos, libro y un cuaderno de poesías. En él expreso parte de mi vida y es un archivo que quedará para la posteridad. Lo de ‘divergente’ porque es lo opuesto, diferente a lo que están haciendo otros raperos hoy en día. Estamos rodeados de una seudocultura y la combato. El sistema donde vivimos le conviene que la gente esté embrutecida y que consuma música fácil, sin compromisos sociales. Muchos están enajenados. Ni siquiera intentan rescatar lo viejo, a Sindo, Bola, Lecuona, el Benny o Rita. Estamos rodeados de reggaetón, de timba de los 90, sin musicalidad ninguna o aportes originales, repletos de pésimos contenidos y mensajes chabacanos. Ejemplo de ellos es el Tosco, el padre de los reggaetoneros, él fue el que llevó al declive las letras de la música cubana”.
Mauricio habla más de sus canciones: “Mis letras están repletas de contenidos sociales. Muestro la inconformidad con que viven los estudiantes universitarios de mi tiempo. Mi generación está perdida, no va hacia un futuro positivo. No tienen un proyecto de vida. También demuestro mi inconformidad política. Me quejo de cosas con las cuales no estoy de acuerdo. Provengo de un barrio bien difícil, El Bahía, en la Habana del Este, una zona caliente, allí es obligado ir para probarse como rapero y donde las carencias materiales están a la orden del día. Soy de piel blanca y la gente se sorprende de que sea rapero. Pero yo no soy de un barrio ‘bueno’ como El Vedado o Playa, soy uno más del pueblo, provengo de lo under. Con la cultura de mi zona nutro mi música para no ser elitista en mis canciones. En el rap existen clases sociales, como en todo en este país. El color de la piel no puede ser un estigma.
Mis temas más importantes son ‘Pienso’, donde hago un recuento de mi vida y lo que va a pasar con ella; ‘Seguiré siendo lo que soy’, que es un spoken word, y ‘Cambio inminente’, lo más contestatario de mi repertorio”.
Lilbereng, quien también nos reveló que tiene un proyecto audiovisual que se llama Pollo por Pescado, toca un tema candente: “Me separé del movimiento que promueve la Agencia Cubana de Rap. Todos están bien controladitos. No tienen concepto del arte libre. Se rigen por cánones y son incapaces de innovar. No son serios, han aceptado hasta a reggaetoneros en su nómina. Han traicionado al movimiento, algo por lo que hemos luchado tanto. Existe solo para controlar. Juegan con nuestras pasiones y me han decepcionado. El rap es más que música es activismo social.
Intento valorar el trabajo de Los Aldeanos, un grupo necesario, pero que llevó al rap cubano a la catarsis, al ser tan mediáticos, de cierta forma. Me influyeron mucho, pero no los imito como otros por ahí. Existe también la incultura en los raperos. Poca calidad de textos y backgrounds, y salen a veces por ahí cada gente, que te funde su mal trabajo. Existe la carencia de poesía en las letras. Ojalá los raperos se preparen literalmente porque el género tiene que ver con las rimas de la lírica. Yo estudio a los clásicos de la generación del 98, a Antonio Machado y Miguel Hernández, además, a Rubén Darío. También me influyeron Anónimo Consejo, Hermanos de Causa, RCA, el dúo GLO, Carlitos Mucha Rima, Pasión Oscura, Explosión Suprema y Primera Base.
De sus influencias salta a su rapeo: “en el escenario tengo un flow pausado, similar al que abundaba en los años 90. No necesito gritar ni cotorrear para ser convincente”. Igualmente, toca el trabajo de los productores: “Te comento que existen buenos productores, El Prófugo, El Chapo, El Lápiz, David D’Omni, Ediel de Hip Hop de Barrio y el difunto Fila, que son sensacionales y creativos, algo que no abunda. Ellos son los que llevan el rap por otro camino, huyen de lo simple en la sonoridad, utilizan lo sencillo pero bien elaborado. Con ellos sí vale la pena trabajar”.
Antes de despedirse, sentencia: “Los raperos serios del movimiento necesitan separarse de toda esa gente que ni siente, ni dice la verdad, habla por hablar, que vive de una guapería inexistente. Me gustaría contactar con el movimiento de rap underground de Latinoamérica para compartir inquietudes y experiencias de trabajo”.
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26 de junio de 2017
Mauricio Antonio Mendoza Navarro es un rapero de 19 años que estudia en la Universidad de La Habana. La razón de cultivar el género proviene de su necesidad de atacar lo mal hecho en nuestra sociedad, a través de los textos que compone. Mauricio luce como un trovador, o como él mismo se calificara: “el clásico Mickey”. Sin embargo, dista mucho de eso y tiene bien clara la posición contestataria que debe asumir un rapper. Su nombre artístico es Lilbereng, y sin pelos en la lengua conversó con PMU:
“Comencé en el rap en 2009 con el nombre de Mauricio el Underground. Siempre he sido solista, pues me permite tener independencia y protagonismo en lo que hago. Rensoli fue el primero que me dio la oportunidad de rapear en una de sus peñas. Me presenté en varias oportunidades en el festival Primeros Pasos Hip Hop, que organizaba la tétrica Agencia Cubana de Rap, ahí no me trataron bien y terminé disgustado, porque nunca me respondían si era escogido o no y no quise participar más, porque parece que mi nombre era la merienda de alguien. Estoy convencido de que me censuraban porque les enviaba temas contestatarios, uno contenía la frase: ‘Yo no sé cuál es más malo el de hoy o el de Batista’. Malcoms, el de Justicia, era uno de los que hacía las audiciones.
También he participado con la gente de Omni y Zona Franca en Poesía sin Fin. En estos momentos, estoy trabajando en mi primer disco que se llamará Archivo divergente, lo estoy grabando en parte en el estudio Inframundo Records y en Zona Cero Producciones en Guanabo. Tiene ese título porque es más que un disco, es un diario, un álbum de fotos, libro y un cuaderno de poesías. En él expreso parte de mi vida y es un archivo que quedará para la posteridad. Lo de ‘divergente’ porque es lo opuesto, diferente a lo que están haciendo otros raperos hoy en día. Estamos rodeados de una seudocultura y la combato. El sistema donde vivimos le conviene que la gente esté embrutecida y que consuma música fácil, sin compromisos sociales. Muchos están enajenados. Ni siquiera intentan rescatar lo viejo, a Sindo, Bola, Lecuona, el Benny o Rita. Estamos rodeados de reggaetón, de timba de los 90, sin musicalidad ninguna o aportes originales, repletos de pésimos contenidos y mensajes chabacanos. Ejemplo de ellos es el Tosco, el padre de los reggaetoneros, él fue el que llevó al declive las letras de la música cubana”.
Mauricio habla más de sus canciones: “Mis letras están repletas de contenidos sociales. Muestro la inconformidad con que viven los estudiantes universitarios de mi tiempo. Mi generación está perdida, no va hacia un futuro positivo. No tienen un proyecto de vida. También demuestro mi inconformidad política. Me quejo de cosas con las cuales no estoy de acuerdo. Provengo de un barrio bien difícil, El Bahía, en la Habana del Este, una zona caliente, allí es obligado ir para probarse como rapero y donde las carencias materiales están a la orden del día. Soy de piel blanca y la gente se sorprende de que sea rapero. Pero yo no soy de un barrio ‘bueno’ como El Vedado o Playa, soy uno más del pueblo, provengo de lo under. Con la cultura de mi zona nutro mi música para no ser elitista en mis canciones. En el rap existen clases sociales, como en todo en este país. El color de la piel no puede ser un estigma.
Mis temas más importantes son ‘Pienso’, donde hago un recuento de mi vida y lo que va a pasar con ella; ‘Seguiré siendo lo que soy’, que es un spoken word, y ‘Cambio inminente’, lo más contestatario de mi repertorio”.
Lilbereng, quien también nos reveló que tiene un proyecto audiovisual que se llama Pollo por Pescado, toca un tema candente: “Me separé del movimiento que promueve la Agencia Cubana de Rap. Todos están bien controladitos. No tienen concepto del arte libre. Se rigen por cánones y son incapaces de innovar. No son serios, han aceptado hasta a reggaetoneros en su nómina. Han traicionado al movimiento, algo por lo que hemos luchado tanto. Existe solo para controlar. Juegan con nuestras pasiones y me han decepcionado. El rap es más que música es activismo social.
Intento valorar el trabajo de Los Aldeanos, un grupo necesario, pero que llevó al rap cubano a la catarsis, al ser tan mediáticos, de cierta forma. Me influyeron mucho, pero no los imito como otros por ahí. Existe también la incultura en los raperos. Poca calidad de textos y backgrounds, y salen a veces por ahí cada gente, que te funde su mal trabajo. Existe la carencia de poesía en las letras. Ojalá los raperos se preparen literalmente porque el género tiene que ver con las rimas de la lírica. Yo estudio a los clásicos de la generación del 98, a Antonio Machado y Miguel Hernández, además, a Rubén Darío. También me influyeron Anónimo Consejo, Hermanos de Causa, RCA, el dúo GLO, Carlitos Mucha Rima, Pasión Oscura, Explosión Suprema y Primera Base.
De sus influencias salta a su rapeo: “en el escenario tengo un flow pausado, similar al que abundaba en los años 90. No necesito gritar ni cotorrear para ser convincente”. Igualmente, toca el trabajo de los productores: “Te comento que existen buenos productores, El Prófugo, El Chapo, El Lápiz, David D’Omni, Ediel de Hip Hop de Barrio y el difunto Fila, que son sensacionales y creativos, algo que no abunda. Ellos son los que llevan el rap por otro camino, huyen de lo simple en la sonoridad, utilizan lo sencillo pero bien elaborado. Con ellos sí vale la pena trabajar”.
Antes de despedirse, sentencia: “Los raperos serios del movimiento necesitan separarse de toda esa gente que ni siente, ni dice la verdad, habla por hablar, que vive de una guapería inexistente. Me gustaría contactar con el movimiento de rap underground de Latinoamérica para compartir inquietudes y experiencias de trabajo”.
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