De la contracultura, el underground y otros demonios (Parte I)



Contracultura es un término usado por los sociólogos de todo el mundo para describir un proceso que se desarrolla en el núcleo de un grupo cultural cuyos principios van contrarios a la corriente social imperante, también a aquellos artífices de cualquier manifestación del arte que se mantienen de manera paralela a la también llamada mainstream. Para muchos, un movimiento contracultural equivale a uno de oposición política. El término contracultura se hizo popular en los medios de comunicación en la década del sesenta, después de la revolución juvenil que desarticuló la sociedad occidental, en un proceso que duró hasta principio de los 70.

La contracultura fue una reacción natural contra la cultura conservadora, la brecha generacional se hacía más grande en la televisión, al volverse un medio cada vez más popular que retrataba a los adolescentes en medio del boom del rock and roll como delincuentes juveniles. Hoy en día, el vocablo se utiliza para describir el movimiento en una dirección que no es la norma social aceptada, especialmente en los medios de comunicación, los cuales son controlados principalmente por los centros de poder de cada región. Sin embargo, es fácil ver cómo los movimientos underground, como se les llama también, rápidamente se vuelven foco de campañas comerciales y las ideas que una vez fueron tabú se vuelven modas.

En medio de la recuperación de la Segunda Guerra Mundial, la música vivió uno de sus períodos más importantes. Los artistas más conocidos de la época vieron eclipsar velozmente su popularidad por el éxito de los exponentes del rock n’ roll, a mitad de los años cincuenta. Un proceso que estuvo acompañado por la aparición de la Generación Beat, un movimiento de escritores norteamericanos que rechazaban la pobre idea de que la poesía era elitista, dirigiendo de manera contestataria sus obras a las personas menos ilustradas en lecturas públicas en diversos locales, y haciéndose acompañar principalmente por artistas de jazz. Entre muchos puntos de vida que ligaban a los integrantes del movimiento fue la búsqueda incansable de la liberación espiritual y sexual, la eliminación absoluta de la censura de la palabra entre otros preceptos. Para tener una idea clara, habría que decir que este grupo formó parte del catalizador del pensamiento contracultural, personalidades como Bob Dylan o los Beatles sintieron influencia directa de estos escritores, la cual se pudo palpar en sus creaciones musicales.

La década de los cincuenta, por otro lado, fue el comienzo de las luchas de los afroamericanos por la igualdad social, un suceso que marca en la historia este proceso es el hecho de que una mujer negra no se moviera al fondo de un autobús estando sentada en la sesión de blancos, hecho por el que fue bautizada como “primera dama de los derechos civiles”.

A medida que transcurrían los años sesenta ganó fuerza la idea de que la generación más joven era una nueva clase que deseaba crear una sociedad diferente. Nuevas teorías sobre cultura e identidad personal nacían y se comenzaban a tener en cuenta temas como religión, organización social y espiritualidad, que estaban presentes en la palestra pública. La juventud se levantaba, cualquier posición política, excepto las conservadoras, florecía. Un fenómeno que ocurría era el contagio de generaciones mayores, las que sentían simpatía con los movimientos emergentes gracias al desarrollo de la comunicación directa e indirecta con miembros de esta corriente social.  

En los 60 surgieron nuevas formas culturales que se percibieron como opuestas a las anteriores, evolucionando hasta dar forma y reflejar el énfasis de la cultura juvenil en el cambio y la experimentación. Surgieron los periódicos clandestinos en la mayoría de las ciudades, sirviendo al propósito de definir y comunicar los fenómenos que definieron a la contracultura, la oposición radical a la institución fue un punto fundamental en la conformación de la ideología de lucha por los derechos sociales y en contra de los centros opresores de poder.

La cultura oficial es hegemónica, se difunde e impone a través de los medios de comunicación. Sus valores y prácticas regulan el pensamiento y el comportamiento de las personas y configuran simbólicamente la identidad de cada uno de nosotros, como parte de un conjunto de reglas y parámetros regidos por las corrientes culturales dominantes. Por otro lado, todo acto de poder genera rechazo, efectos de resistencia. Cuando hay una diferencia entre la cultura oficial y la alternativa, una y otra se sienten como oposición a sí mismas, con la diferencia que los menos favorecidos configuran su propia cultura como un espacio de sentidos, valores y conductas, como un marco de referencias que los ayuda a mantener su movimiento vivo.

Entender la filosofía de los movimientos contraculturales para el desarrollo de una colectividad y los aportes de pasadas generaciones a la cultura actual de los movimientos underground, es el objetivo de este trabajo en la primera parte, historia de los cimientos históricos. En la continuación de este trabajo hablaremos sobre la importancia de la contracultura en pos del progreso de nuestros artistas underground.

Leer la segunda parte

Atrás


Comentarios   Dejar un comentario
No hay comentarios en este momento.