Potaje Urbano para degustar…
23 de octubre de 2017
Ya ha pasado más de un mes y todavía queda en la ciudad colombina el rico sabor del Potaje Urbano. Aún cuando el potente huracán Irma intentó borrar los vestigios de la última edición, la urbe luce orgullosa sus expresivos grafitis. Porque este caldo que se elaboró por cuarta ocasión en la tierra nombrada con el apellido del Almirante Cristóbal Colón, incluyó diversos condimentos para satisfacer al más exigente consumidor.
El Potaje Urbano se degustó en los parques, en las plazas, en áreas deportivas, espacios culturales y comunidades aledañas, con la presencia de todas las manifestaciones del hip hop. Los que fueron partícipes del esplendor del movimiento en los años noventa, revivieron con nostalgia la jornada, se sumaron a las actividades y compartieron sus experiencias y valoraciones. Otros, con recelo, compararon, pero no tuvieron el valor de decir lo que para ellos iba mal, fueron observadores pasivos. Las nuevas generaciones que se identifican con el género afianzaron su amor por él y algunos, que apenas conocían el arte urbano, decidieron poner pausa a Chocolate y Bad Bunny para acercarse a la nueva propuesta musical.
Sin dudas, este Potaje estuvo mejor elaborado en todos los sentidos, aunque todavía, desde nuestra perspectiva de periodistas y seguidores de la música underground, no sentimos el puntico exacto de sal, falta algo más para lograr el auténtico sabor criollo.
Consideramos que se puede ganar mayor organización en las actividades planificadas, conquistar sitios nuevos, verificar las condiciones de las áreas, promocionar con antelación el programa del evento, socializarlo por diversas vías, preguntarle a la gente qué quiere disfrutar. También se debe incentivar la participación del público en los talleres, encuentros fructíferos dónde no solo los raperos, DJ, grafiteros y Big Boys tienen la palabra; motivar a que el pueblo opine y dé sus criterios es válido, pues desde afuera, en ocasiones, se ven las cosas más claras.
Tampoco los debates deben convertirse en el no hay, no tenemos, no podemos, no nos apoyan, existen otros espacios para discutir los problemas y los festivales, además de hacer catarsis sobre las carencias y dificultades del movimiento, son un momento clave para decir qué se hace y cómo se puede hacer mejor.
Ganar disciplina en los horarios de las actividades es indispensable, pues a los espectadores no les gusta esperar y entonces llegan unos artistas a una hora, después otros a la media hora, y el que tiene que iniciar llega de último, para en ese instante reorganizar quién va primero, quién va después, qué se hace... y sí, es bueno un poco de improvisación en las presentaciones, pero la gente espera ver un espectáculo, no un reality show ni un Sonando en Cuba con escenario lujoso, vestuario, luces y cámaras de última tecnología, pero algo agradable, con buena ambientación, técnica óptima, con una secuencia lógica: un inicio, desarrollo y desenlace. Mientras las personas esperan se pueden proyectar materiales de la casa, y cuando digo “la casa” me refiero al país: documentales, vídeos clips, entrevistas relacionadas con el tema, para divulgar lo nuestro primero y lo de afuera después.
Crear una comisión, especie de jurado, que valore cuáles son las mejores obras de los artistas, cuáles son los temas que más dicen, los que más aportan, cuál es el grafiti más llamativo, la coreografía que más engancha..., y combinar, a partir del criterio de esa comisión, las presentaciones, porque tampoco la gente quiere ver mini conciertos.
Antes y después del evento sería bueno realizar estudios, investigaciones, para saber cómo funciona lo que hacen, repartir encuestas que no sean complacientes, para que a partir de la crítica y la autocrítica resurjan nuevas ideas.
Nos motivó, y mucho, la unidad que se evidencia en el certamen. Como personas desde las regiones más orientales del país se movilizan y a veces hasta sin recursos se trasladan hacia Colón, para estar presentes en el festival.
En esta edición vimos caras viejas, que los colombinos siguen como si fueran del patio, sin importar de qué provincia vengan, es el caso de El Ciudadano, que se ganó, sin dudas, un pedacito del corazón de la ciudad. Vinieron también nuevos rostros para demostrar cuánto hacen por la cultura, y la participación de las féminas crece para bien. Pues no hay un espacio donde las mujeres no estén presentes, y desde la sensibilidad se puede obtener muy buen hip hop. Se suman además participantes foráneos, y sabemos que faltan muchos todavía. Porque cuando se da cobertura al evento en las redes sociales llueven los comentarios de aceptación y de interés por sumarse a las actividades. Eso es sinónimo de que el hip hop conquista fácilmente los corazones nobles.
No estamos en el comité organizador del evento, pero gracias a Pedro, a veces más tarde que temprano, podemos tener vía correo electrónico el programa y opinar, discrepar y divulgar lo previsto. Notamos que el apoyo superó las expectativas en esta cuarta edición, el sector de la cultura en el municipio estuvo más interesado por apoyar cada momento del certamen, colaborando con la Asociación Hermanos Saíz hasta el último momento. Hubo menos trabas, menos tropiezos, más ímpetu... Nuevos sectores y organismos valoraron el trabajo, brindaron su apoyo, para que, sin lugar a dudas, ganara la cultura cubana.
Ya ha pasado más de un mes y todavía queda en la ciudad colombina el rico sabor del Potaje Urbano. Lo sabemos porque en la calle, a cada rato, algunas personas se detienen para preguntar cuándo es el próximo festival. Y, al igual que muchos colombinos, esperamos con ansias la quinta edición, para degustar la dosis exacta del Potaje Urbano.
Comentarios Dejar un comentario
23 de octubre de 2017
Ya ha pasado más de un mes y todavía queda en la ciudad colombina el rico sabor del Potaje Urbano. Aún cuando el potente huracán Irma intentó borrar los vestigios de la última edición, la urbe luce orgullosa sus expresivos grafitis. Porque este caldo que se elaboró por cuarta ocasión en la tierra nombrada con el apellido del Almirante Cristóbal Colón, incluyó diversos condimentos para satisfacer al más exigente consumidor.
El Potaje Urbano se degustó en los parques, en las plazas, en áreas deportivas, espacios culturales y comunidades aledañas, con la presencia de todas las manifestaciones del hip hop. Los que fueron partícipes del esplendor del movimiento en los años noventa, revivieron con nostalgia la jornada, se sumaron a las actividades y compartieron sus experiencias y valoraciones. Otros, con recelo, compararon, pero no tuvieron el valor de decir lo que para ellos iba mal, fueron observadores pasivos. Las nuevas generaciones que se identifican con el género afianzaron su amor por él y algunos, que apenas conocían el arte urbano, decidieron poner pausa a Chocolate y Bad Bunny para acercarse a la nueva propuesta musical.
Sin dudas, este Potaje estuvo mejor elaborado en todos los sentidos, aunque todavía, desde nuestra perspectiva de periodistas y seguidores de la música underground, no sentimos el puntico exacto de sal, falta algo más para lograr el auténtico sabor criollo.
Consideramos que se puede ganar mayor organización en las actividades planificadas, conquistar sitios nuevos, verificar las condiciones de las áreas, promocionar con antelación el programa del evento, socializarlo por diversas vías, preguntarle a la gente qué quiere disfrutar. También se debe incentivar la participación del público en los talleres, encuentros fructíferos dónde no solo los raperos, DJ, grafiteros y Big Boys tienen la palabra; motivar a que el pueblo opine y dé sus criterios es válido, pues desde afuera, en ocasiones, se ven las cosas más claras.
Tampoco los debates deben convertirse en el no hay, no tenemos, no podemos, no nos apoyan, existen otros espacios para discutir los problemas y los festivales, además de hacer catarsis sobre las carencias y dificultades del movimiento, son un momento clave para decir qué se hace y cómo se puede hacer mejor.
Ganar disciplina en los horarios de las actividades es indispensable, pues a los espectadores no les gusta esperar y entonces llegan unos artistas a una hora, después otros a la media hora, y el que tiene que iniciar llega de último, para en ese instante reorganizar quién va primero, quién va después, qué se hace... y sí, es bueno un poco de improvisación en las presentaciones, pero la gente espera ver un espectáculo, no un reality show ni un Sonando en Cuba con escenario lujoso, vestuario, luces y cámaras de última tecnología, pero algo agradable, con buena ambientación, técnica óptima, con una secuencia lógica: un inicio, desarrollo y desenlace. Mientras las personas esperan se pueden proyectar materiales de la casa, y cuando digo “la casa” me refiero al país: documentales, vídeos clips, entrevistas relacionadas con el tema, para divulgar lo nuestro primero y lo de afuera después.
Crear una comisión, especie de jurado, que valore cuáles son las mejores obras de los artistas, cuáles son los temas que más dicen, los que más aportan, cuál es el grafiti más llamativo, la coreografía que más engancha..., y combinar, a partir del criterio de esa comisión, las presentaciones, porque tampoco la gente quiere ver mini conciertos.
Antes y después del evento sería bueno realizar estudios, investigaciones, para saber cómo funciona lo que hacen, repartir encuestas que no sean complacientes, para que a partir de la crítica y la autocrítica resurjan nuevas ideas.
Nos motivó, y mucho, la unidad que se evidencia en el certamen. Como personas desde las regiones más orientales del país se movilizan y a veces hasta sin recursos se trasladan hacia Colón, para estar presentes en el festival.
En esta edición vimos caras viejas, que los colombinos siguen como si fueran del patio, sin importar de qué provincia vengan, es el caso de El Ciudadano, que se ganó, sin dudas, un pedacito del corazón de la ciudad. Vinieron también nuevos rostros para demostrar cuánto hacen por la cultura, y la participación de las féminas crece para bien. Pues no hay un espacio donde las mujeres no estén presentes, y desde la sensibilidad se puede obtener muy buen hip hop. Se suman además participantes foráneos, y sabemos que faltan muchos todavía. Porque cuando se da cobertura al evento en las redes sociales llueven los comentarios de aceptación y de interés por sumarse a las actividades. Eso es sinónimo de que el hip hop conquista fácilmente los corazones nobles.
No estamos en el comité organizador del evento, pero gracias a Pedro, a veces más tarde que temprano, podemos tener vía correo electrónico el programa y opinar, discrepar y divulgar lo previsto. Notamos que el apoyo superó las expectativas en esta cuarta edición, el sector de la cultura en el municipio estuvo más interesado por apoyar cada momento del certamen, colaborando con la Asociación Hermanos Saíz hasta el último momento. Hubo menos trabas, menos tropiezos, más ímpetu... Nuevos sectores y organismos valoraron el trabajo, brindaron su apoyo, para que, sin lugar a dudas, ganara la cultura cubana.
Ya ha pasado más de un mes y todavía queda en la ciudad colombina el rico sabor del Potaje Urbano. Lo sabemos porque en la calle, a cada rato, algunas personas se detienen para preguntar cuándo es el próximo festival. Y, al igual que muchos colombinos, esperamos con ansias la quinta edición, para degustar la dosis exacta del Potaje Urbano.
Comentarios Dejar un comentario
- Annia
- 23 de octubre, 2017 11:32 am (GMT-5:00)
- Gracias a quien escribió esto. Lo más atinado que he leÃdo hasta el momento acerca del festi, pq... a veces el amor nos ciega.
- 23 de octubre, 2017 11:32 am (GMT-5:00)