En mi barrio, decimos haciendo (Por Elier “El Brujo” Álvarez)



Hablar de mujeres en el hip hop cubano actual, y del hip hop cubano en general, me recuerda el año 2015, uno puede ir tras el tiempo en esta misma revista, en los artículos que se publicaron en ese y años anteriores, y se percatarán que este -el hip hop cubano- siempre tuvo presencia en la cultura nacional, pero debido a la desorganización que había, hacía pensar que no existía. Incluso, varias personas, intelectuales de alto rango, llegaron a expresármelo abiertamente. Por eso, saber que el primero de diciembre próximo, en Casablanca va a realizarse una actividad y de manos de Lourdes Suarez “La Cimarrona”, me hizo sentir enormemente feliz.

Pero ¿cuál es la historia de esta cimarrona sin cadenas que poco se conoce por estos lares? Lourdes, según me cuenta, llega al hip hop trabajando en La Madriguera, atendiendo la promoción cultural de este espacio, y a través de los raperos que frecuentaban el lugar poco a poco se fue insertando, y en una conversación con Yrak Sáenz se enamora totalmente del hip hop, para el que ha trabajado hasta el sol de hoy. También compartió con grandes dentro de nuestro gremio, como Alfredo Punta e’ Lanza, del cual lo recuerda con muchísimo amor, sobre todo trabajar con él era algo fascinante porque a diario por su casa pasaban lo mismo músicos de ese enorme proyecto llamado Interactivo, hasta rumberos del barrio, algo que indiscutiblemente caracterizaba a Alfredo.

Lourdes siempre ha abogado por el trabajo comunitario y multidisciplinario, puede ser esta la razón que ubicarla en un lugar determinado se vuelve casi imposible y, por tanto, hablar de ella y su quehacer como hiphopera se torna difícil. No por esto se ha frenado para desarrollar el hip hop cubano desde todas las aristas posibles y en estos momentos con el proyecto itinerante “En mi barrio, decimos haciendo”, es la razón que ha encontrado durante los últimos años para sentirse útil dentro de la gran comunidad llamada Cuba.

En resumen, el proyecto ha creado varias bibliotecas comunitarias -barriales-, la idea, por ejemplo, en el caso de las actuales provincias de Mayabeque y Artemisa, y la razón por cual la desarrollaron, era debido a que las bibliotecas Institucionales quedaban muy distantes y era casi imposible, por los asentamientos que recibieron la donaciones, trasladarse hasta ellas. Por tanto, a través del instituto Juan Marinello que donaba los libros, el proyecto se encargaba de hacer las coordinaciones pertinentes con los gobiernos locales y se hacía efectivo. Todo junto a talleres que se impartían, cine debates y conciertos, por supuesto, con los factores de la comunidad. Por otro lado, se llegó a hacer donativos a bibliotecas universitarias como la Universidad de Holguín y Alquízar, por lo deprimida que estas se encontraban.

Lo que más sorprende es que tras cinco años del primer donativo, en este caso Casablanca, al visitarla nuevamente para hacer un segundo donativo, la persona encargada les muestra los libros donados en la primera ocasión a Lourdes, y ella se percata que nunca fueron usados. Al parecer, aquel evento inmenso del cual tuve el placer de participar con todos los factores de la localidad, fue insuficiente para que tanto factores como pueblo captaran la atención de lo acontecido y equilibraran en suplir la necesidad existente. Me pregunto qué habrá pasado con las más de 70 donaciones hechas en distintos lugares del país, pero será difícil hallar respuesta. No obstante, según me cuenta, en esta ocasión la persona encargada se siente comprometida totalmente por la comunidad y trabajará en función de que la biblioteca cubra las necesidades concretas y objetivas de este donativo.

Antes de terminar desearía un poco pensar en todo esto, para nada es necesario explicar lo significativo de este trabajo, pero vivimos en momentos en que analizar sobre el hecho económico de cuánto se hace, es imprescindible. Una actitud altruista como esta tiene que llevar el sello de impecabilidad desde todo sentido, y, para esto, el tiempo nos muestra y demuestra que los proyectos de este tipo deben ser pensados de forma estratégica, con un plan de acciones que cubran, al menos, tres años.

El transporte de los libros, la energía personal para las coordinaciones, las personas involucradas y el movimiento de información necesarios dentro de las propias comunidades desde el sentido cultural, más allá del sentido político del cual están encargado los factores, para que las comunidades sientan objetivamente y se animen hacer uso de estos libros donados, son puntos esenciales para que este proyecto se vuelva enriquecedor.

Al menos yo nunca piso una biblioteca, algo muy mal hecho, pero es cierto, he sentido la necesidad y el impulso, pero de obras que difícilmente pueda encontrar en las salas de las bibliotecas municipales, las que me interesan son temas específicos que solo se pueden encontrar en la biblioteca nacional o la de la Universidad de la Habana, a esta segunda imagino que todavía se pueda acceder libremente, pero en el caso de la primera solo teniendo una categoría de investigador es posible acceder. Por suerte, tengo un par de amigos en quienes me puedo apoyar para esto, pero hasta el sol de hoy no me he sentido lo suficientemente motivado para molestarlos.

Digo esto porque el pensamiento y el paternalismo siempre continúan de nuestras manos, y va siendo hora de saltar a niveles de pensamientos superiores para poder organizarnos como país. Por el momento, lo que propone Lourdes está muy bien en todos los sentidos, pero si lo digo es porque a lo que ya propone ella, puede dimensionarse y es innecesario que dicha dimensión tenga que correr a su cargo, aunque no lo parezca, esto también forma parte de nuestras costumbres. Vemos proyectos que abarcan y cubren una gran dimensión más allá de lo que la persona que lo dirige puede cubrir en ese universo y creo que ameritaría, en este caso, proponer un proyecto que desde este punto de partida lo pueda dimensionar en función de desarrollar. Por ahora, el día primero de diciembre, Lourdes estará con el proyecto itinerante “En mi barrio, decimos haciendo”, donde nació, en Casablanca, una gran fiesta de hip hop cubano.

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